viernes, 28 de agosto de 2015

INTERVENCION PSICOSOCIAL EN CARCELES DE MAXIMA SEGURIDAD

INTERVENCION PSICOSOCIAL EN CARCELES DE MAXIMA SEGURIDAD
MIRIAN GELBER
EXPOSICION EN LA JORNADA DEL 27 DE JUNI DE 2015 EN LA SEDE DE APSRA
La experiencia de Intervención en Cárceles de Máxima Seguridad surgió por un pedido que llego a APSRA de parte del Director del Complejo Penitenciario Conurbano Norte.
Lo que se requiere es el trabajo de Psicólogos Sociales para intentar disminuir la violencia entre los internos.
Entonces un grupo de colegas empezamos a reunirnos en APSRA para estudiar el tema y pensar posibles intervenciones. En nuestra bibliografía no podía faltar Michelle Foucalt y su trabajo “Vigilar y Castigar”. E l habla del suplicio y la violencia física.
Se castiga el delito mediante el suplicio y se desarrolla en el espacio público, el pueblo es el testigo, el que ve sufrir al condenado. Esto se aplica en Francia hasta 1848, año en que se suprime. A partir del siglo XIX la pena ha dejado de estar centrada en el suplicio, el delito recibe su castigo, pero el ciudadano ya no es testigo, se cumple en el espacio privado, intramuros.
Ahora intervienen Jueces de Ejecución Penal, Funcionarios Penitenciarios, Psiquiatras y Psicólogos.
Comprendimos que no podíamos proponer dispositivos grupales en los que los integrantes del grupo, los internos, tuvieran que participar poniendo el cuerpo, no era lo más pertinente. Mientras estudiábamos la temática, nos invitan a realizar una visita informal al penal para conocer el espacio y a los internos. Recorrimos el Penal y charlamos con los internos. Luego nos reciben el Jefe de la Unidad y el Director, quienes nos proponen que realicemos reuniones grupales los sábados a la tarde. Nosotros aceptamos.
Llevamos muchos dispositivos grupales en nuestra caja de herramientas, pero nuestro temor era que los internos no hablaran. A l principio fue difícil, porque desconfiaban de nosotros, pensaban que trabajábamos para el Servicio Penitenciario Bonaerense o que reportamos al Ministerio de Justicia. Pero poco a poco fueron comprendiendo que nuestro objetivo era ayudarlos, acompañarlos en su padecimiento. Un sábado nos dijeron “se nota que se preocupan por nosotros, sino no vendrían un sábado lluvioso”
La lógica instituida en el ámbito de encierro es la violencia, la trompada y no la palabra. Ellos, los internos decían “yo al otro no lo conozco, no me interesa, primero lo trompeo y después veo”.
Los internos viven atravesados por la violencia, simétrica (entre ellos) y asimétrica ( entre los penitenciarios y ellos).
Nos propusimos sacarlos de la posición de objeto y considerarlos sujeto, para eso trabajamos rondas de nombres para que recuperen su identidad, ya que para el SPB (Servicio Penitenciario Bonaerense) son un numero de Prontuario o un número del Pabellón al que pertenecen. Así empezamos a llamarlos por sus nombres y poco a poco logramos sustituir la trompada y empezó a circular la palabra.
Volviendo a Foucalt , el habla del Panóptico. El panóptico es una figura arquitectónica, es una torre central desde donde se puede vigilar a los internos y al personal, pero sin ser visto.
Eso lo pude comprobar un lunes cuando nos reunimos en la Junta de Admisión y Seguimiento, a la que fui invitada a participar y el Jefe de la Unidad comenta “ el sábado llovía y Miriam salió del Penal pero volvió porque se había olvidado el paraguas. Entonces comprendí la eficacia del Panóptico, como método para vigilar y controlar todo lo que sucede dentro del encierro.}
La Junta escucha al Interno que ingresa procedente de otra Unidad y evalúa a internos por pedido de los jueces, que necesitan saber sobre la conducta de los condenados. La Junta la preside el Jefe de la Unidad y lo secundan la Psicóloga, el Psicólogo, las Trabajadoras Sociales y yo que asistía, pero de manera silente. El Interno llega con una mesa grande y todos estos personajes que lo interrogan, es algo inquisitorio, el interno miente y niega. En una oportunidad se presenta una persona joven, muy bien vestida, de buenos modales y muy educada, trabajaba en Prefectura y estudiaba derecho, era violador, pero negaba todo, pero finalmente se quiebra y reconoce la violación a una menor, entonces por lo bajo le digo a la Psicóloga “por lo menos lo reconoce” y ella me responde “reconoce un episodio” y me da el Prontuario, cuando lo leo compruebo que había cometido ocho violaciones.
Cuando se reunían con nosotros, la Comunicación circulaba y sin que mediara una pregunta, ellos solos contaban todo lo que negaban en la Junta. Eso pasaba porque se generaba un espacio de confianza, además entre ellos ya se construía el compañerismo, el otro ya no era un enemigo. También trabajamos sus fortalezas y motivaciones. Intentamos trabajar sobre el presente y proyectarlos al futuro. Todos tienen algo en común : todos carecen de un grupo primario, que los contenga, carecen de un modelo de familia, de trabajo, de estudio.
Luego de esta experiencia piloto, un Juez de Ejecución Penal nos llevó al Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. Tuvimos varias reuniones con el Secretario de Asuntos Penales y Penitenciarios y demás Autoridades del Ministerio y Penitenciarios. Finalmente elaboraron un Proyecto y un Protocolo. Nombraron cuatro Coordinadores, para Liderar y Supervisar Equipos de Trabajo Interdisciplinarios (Psicólogos, Psicólogos Sociales, Sociólogos, Trabajadoras Sociales). Yo fui una de las Coordinadoras.
Yo acompañaba a los Equipos, jóvenes profesionales sin experiencia en el ámbito de encierro. Los supervisaba fuera de la Unidad Penitenciaria. De esa manera evitaba que el personal penitenciario escuchara nuestros diálogos. Cuando se presentaba algún inconveniente era yo la que hablaba con el Jefe de la Unidad. Mi objetivo era cuidarlos, pórque los que ponían el cuerpo todos los días eran ellos.
Como sucede en todos los grupos, en cada grupo de Internos siempre había uno o dos líderes, que apoyaban el trabajo de los jóvenes profesionales. Pero siempre estaba el infaltable boicoteador. Muchas veces los equipos que yo supervisaba se quejaban porque no sabían cómo neutralizar o poner un límite al boicoteador, era un verdadero obstáculo para el desarrollo de la Tarea, y me preguntaban”si lo invitamos a retirarse? Yo les respondía nosotros tenemos que incluir, no podemos excluir a nadie, pero no se preocupen el grupo es el que decide. En distintas oportunidades cuando trataba de persuadir a algún interno boicoteador, el grupo(sus propios compañeros) se enojaban y lo invitaban a retirarse, porque no estaban dispuestos a perder tiempo en un espacio que ellos consideraban necesario y reconfortante.
Otro tema que siempre me preocupa es el de los adultos jóvenes, son víctimas de la pobreza y la marginación. Sufrieron el abandono de sus padres, en algunos casos tienen al padre en alguna cárcel. Se hicieron en la calle con grupos de rateros y terminaron en algún Instituto de Menores, allí no reciben ni afecto ni instrucción, tampoco les enseñan un oficio. Del Instituto salen a la calle y de la calle van a la cárcel. Son jóvenes agresivos y violentos, pero cuando asisten a nuestros grupos, se comunican y mejoran su conducta. Recuerdo cuando muchos de ellos venían a contarme que en poco tiempo recibirían la libertad, no estaban contentos, yo les decía “por favor, no vuelvan acá”, pero ellos me respondían “afuera no tengo nada”.
El Patronato de Liberados, Institución que debe hacer el seguimiento de cada interno, que recibe la libertad, no hace nada. Realmente quedan librados a su suerte. Muchos penitenciarios nos comentaban que algunos vuelven unos meses después y otros una semana después.
En el caso de los adultos hay algunos casos alentadores, como algunos que pueden insertarse en algún negocio o empresa familiar, o de algún amigo, algunos son vendedores ambulantes y con su trabajo mantienen a su familia. Un juez me conto con alegría que un Interno al que había liberado estaba trabajando como jardinero, gracias a que la familia le presto plata para comprarse las herramientas de trabajo y la cortadora de césped.
Esta estudiado que un diez por ciento de la población carcelaria es recuperable, es decir, si reciben capacitación no reinciden. Merecen una oportunidad, es la deuda pendiente.
La solución no es construir más cárceles, es necesario que los adolescentes vulnerables reciban contención y capacitación, para no terminar en un Instituto y luego en una Unidad Penitenciaria.
Hay mucho por hacer, pero por lo menos algo se está haciendo para contenerlos y aliviarlos, pero fundamentalmente los tratamos como seres humanos y no como objetos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario