sábado, 1 de agosto de 2015

Comunicación - Lic. Natán Sonis

COMUNICACIÓN
Material del Lic. Natán Sonis

El tema de la comunicación, es un tema del cual tenemos la característica de ir aprendiéndolo sin darnos cuenta que lo aprendemos. No hay clase de comunicación, no hay clase de cómo comunicarse, pero por un lento proceso llamado educativo que empieza desde la más tierna infancia nos vamos apropiando de ciertas pautas comunicacionales, de cierta idiosincrasia. La idea es un poco reflexionar sobre este proceso no siempre consciente.
La comunicación a simple vista es ese vehículo que permite enhebrarnos entre los sujetos. No podríamos pensar en un grupo, en una organización, en una sociedad sin cierta comunicación eficaz. Nosotros estamos necesitados de establecer sistemas de comunicación eficaces. Desde los tiempos más remotos encontramos que el hombre está preocupado por establecer un correcto sistema de comunicación, correcto desde el punto de vista de eficacia. En la Biblia, en el libro “Génesis” dice así: “Dios trajo ante el hombre todo cuanto animales del campo y cuanto aves del cielo formó para que viese cómo los llamaría, y que les diera nombre a todos los vivientes. Y dio el hombre nombre a todos los ganados y a todas las aves del cielo y a todas las bestias del campo”. Parece que desde entonces no paramos de ponerle nombres a las cosas, algo así como el nombrar algo ya implica comenzar a organizar un mundo que se nos aparece como caótico. La posibilidad de nombrar y de compartir los nombres, porque no alcanza con nombrar sino también tener compartidos los nombres, ya nos permite ir organizándonos y calmar cierta ansiedad, seguramente producto de un caos. Seguramente les habrá pasado, alguien está enfermo, viene el médico, da un diagnóstico y uno queda más tranquilo; sigue enfermo como antes pero hay una palabra que calmó porque la palabra figura en el diccionario, existe en los libros, uno pertenece al mundo simbólico. (El médico nos reinstaló en el mundo simbólico con una palabra aunque uno siga tan grave como antes).
Nombrar algo equivale ya a generar un principio de constancia. Esto es importante si pensamos que estamos acá porque nos importan los grupos, porque nos importan los fenómenos sociales. Una posibilidad de cohesión entre las personas tiene que ver con la constancia, con la que un nombre sea constante y sea organizador del caos. En la novela “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, aparece una enfermedad, la enfermedad del sueño que hace que la gente se olvide los nombres y lo que vemos es cómo Macondo se va desorganizando a partir de que olvidan los nombres. Aparece como importante esta capacidad propia del ser humano de ponerle nombres a las cosas, ya hay un ordenamiento, hay un principio de organización.
Claro que hablar de comunicación no es hablar únicamente de las palabras y de los rótulos, porque quedaría agotado con el diccionario. La comunicación es más que un conjunto de palabras, etiquetas, rótulos que definen. Nosotros combinamos las palabras y de esta combinación se dan sentidos, y de acuerdo a la entonación que le demos serán los sentidos, aunque sea la misma combinación, o las mismas palabras combinadas de otra manera van a dar otro sentido.
Pichon-Rivière define a la necesidad como motor, motor para poder vincularnos, ya que somos sujetos de necesidades, necesitamos de un otro. Nuestra concepción de sujeto es de un sujeto de la necesidad, un sujeto que lo lleva a actuar con otro para satisfacer sus necesidades. La única posibilidad de establecer una relación, un vínculo es la comunicación como vehículo.
Pensemos en un bebé para ejemplificar la necesidad. Freud, trabaja este ejemplo en el artículo “El proyecto de una psicología para neurólogos”, uno diría que el bebé cuando tiene hambre llora, pero ese llanto es una descarga motriz de un dolor que está sintiendo a nivel de paredes del estómago con una situación de acidez en sangre. Como sería difícil médicamente ir definiendo el grado de dolor que puede tener el chico por lo cual hace una descarga motriz, la única que puede, llora. En el mejor de los casos, cuando llora va a ser atendido por su madre o por la persona que cumpla la función materna, lo va a amamantar y le va a calmar el hambre. Entonces, tendríamos que pensar ¿dónde llora el bebé? Llora en el interior de un vínculo, llora y ese llanto va a ser significado por un otro desde afuera con un contenido, rápidamente este llanto pasa de ser una mera descarga motriz para convertirse en un lenguaje, el bebé va incorporando. Se va a organizar un circuito comunicacional bastante eficaz. Generalmente las madres diferencian el llanto: “llora porque tiene hambre”... “tiene sueño”...... “está molesto, hay que cambiarle los pañales”. Puede diferenciarlo porque ella fue enseñándole, dándole un contenido social. Es decir, somos definidos desde un otro, es el otro que viene y le da un contenido a ese llanto, del cual nos quedamos con este lenguaje que luego se va a enriquecer. Por lo tanto, el bebé incorpora leche y significados sociales.
Un psicólogo social norteamericano, Carl Linton, dice que con la excusa del hambre el chico muerde la carnada del alimento y se traga el anzuelo de las relaciones sociales. Es decir, va a entrar en una trama vincular en donde el otro lo va a definir, le va a dar un sentido. Con esto podemos decir que es imposible hablar de comunicación sin hablar de la interacción. Podemos pensar que comunicación es una conducta que emite un sujeto caracterizada por un significado, con lo cual comunicación es una interacción entre dos o más sujetos.
Comunicación viene del latín, de comunis, que quiere decir común, comunidad; lo que nos habla acerca de encontrar una comunidad con un otro. Si hablamos de comunicación eficaz, tenemos que pensar en poder sintonizar con otro, tarea difícil. Aunque todos hablamos el mismo idioma, hacerse entender o entender al otro implica un esfuerzo, implica un grado de proceso hasta poder ajustarse. En la medida en que no nos conocemos la comunicación será más difícil, la experiencia compartida beneficiará a la eficacia de la comunicación. En los primeros momentos de la vida grupal hay mucha comunicación, habría que pensar el grado de eficacia de la misma.
Si decimos que comunicación puede ser pensada como conducta, puede existir la incomunicación?, la inconducta? No. Siempre cuento el ejemplo de cuando era docente en un colegio secundario, teníamos una reunión con el rector y entra la jefa de celadores trayendo un parte de amonestaciones para un integrante de un curso donde dice: “...diez amonestaciones por inconducta en clase”. Entonces yo pensé, ¡se murió en el aula el chico, y encima lo amonestan!. Cómo puede tener inconducta? Claro, el parte de amonestaciones no va a decir “por una conducta no apropiada a los cánones comunicacionales de esta institución”. Generalmente los sistemas de poder son hábiles en eso, no dicen que hay conductas apropiadas e inapropiadas, dicen que hay conductas e inconductas, comunicación e incomunicación. No se da status a la divergencia sino que la divergencia es inexistente, si no es la conducta apropiada a lo que corresponde es inconducta, no es “una conducta divergente a los cánones de aquí”. Fíjense cómo la inconducta, la incomunicación nos llevaría a hablar de ¿qué implica el desentendimiento? Una comunicación no eficaz, ¿cómo se logra pasar de la ineficacia a la eficacia? A través de un proceso, de una sintonización con el otro, ¿cómo se logra esto? Por ejemplo, a través de una experiencia grupal que implica ir ajustando las sintonías para pensarse y pensar también la vida cotidiana.
En el circuito de la comunicación tenemos vados elementos: un emisor, un receptor, un código, un canal por el cual se transmite un mensaje, (canal verbal, acústico, visual, escrito). El canal también implicará eficacia o no en la comunicación, porque a veces estamos acostumbrados más a un canal que a otro, tenemos toda una educación para el canal de las palabras y poco para el canal de los gestos, en especial cuando no coinciden las palabras con los gestos. Nunca transmitimos un mensaje por un solo canal, tendríamos que pensar si aquello que se transmite por tan diferentes canales es coherente, armónico, no siempre lo es.
Hablando de la experiencia del código compartido, quiero traer un párrafo de “El Aleph” de Borges: “Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten”. Nos está diciendo interlocutores, interacción, compartir algo para lograr un grado de eficacia. No compartir el código no implica incomunicación sino comunicación no eficaz. Hay que tener en cuenta que mensaje emitido no significa mensaje recibido aunque haya habido comunicación. Es como los pulsos del teléfono, aunque disque equivocado se lo cobran, para la compañía telefónica hubo comunicación, para uno no fue eficaz; algo emitido no significa que fue recibido. A veces en los grupos uno cree que tal cosa fue dicha: “yo lo dije, lo aclaré...”, la fantasía sería que emitir es lo mismo que recibir, no todo mensaje despachado es recibido y menos aún creer que el mensaje recibido es decodificado de acuerdo a la intención como fue codificado. La comunicación de por sí es ambigua, si presupone interlocutores diferenciados ya hay un problema de ambigüedad: el otro es otro, yo podré compartir el código con él, pero nunca podré compartir todo el código porque cuando voy a hablar de la palabra “árbol” voy a pensar en el árbol que está en el jardín de mi casa, el otro va a pensar en los árboles de la calle San Martín. Presuponer que uno comparte un lenguaje, un idioma no significa presuponer que va a haber una comunicación eficaz. Las palabras compartidas a veces son sólo eso, y otras, mucho menos.
¿Qué proceso es el de formar un grupo? ¿No podrá ser definido desde la comunicación como el proceso por el cual un código se vuelve común? Si lo definimos desde esta temática, podríamos decir: construir un grupo tiene que ver con construir un código.
Otro elemento de este circuito es el contexto. El contexto es el ámbito que da sentido al circuito comunicacional, el ámbito que lo alberga. El contexto da sentido al texto que circula. Por ejemplo, si una persona le dice a otra. “Pase, sáquese la ropa”, y uno está en el colectivo es un tema, si uno está en una consulta médica es otro tema. El texto es el mismo, pero es decodificado apropiadamente de acuerdo a la noción que tengamos de contexto. Esto es importante porque ciertos gobiernos autoritarios saben de esto, de que a mayor empobrecimiento de datos del contexto mayor dificultad para poder descifrar un texto. Claro, uno no sabe donde está, por qué pasa lo que pasa, qué es lo que sucede en el mundo, qué es lo que está pasando para poder articularlos y cree que los fenómenos que suceden son fenómenos de la voluntad humana de tal persona que un día se levantó enojada, le mandó un tanque a otro... Pero sucede que esta manera de decodificar lo que pasa tiene que ver con tener pocos datos de un contexto; de esta manera se hace difícil descifrar el texto y esto significa anular una cosmovisión, desconocer países, negar otras culturas, es decir, no entender un contexto nos permite definir el texto como uno quiere. Una palabra tiene validez de acuerdo al contexto en el cual está implementándose. A veces uno no le habla al otro sino que lo interpreta, se olvida de que está hablando fuera de un contexto analítico, por eso Les Luthiers dicen “toda interpretación fuera de contexto es una agresión”, claro, porque toda agresión dentro del contexto parece una interpretación...
A esta fórmula que mencionábamos de empobrecer los datos del contexto, podemos agregarle el empobrecimiento del código. El código serían esos elementos simbólicos que nos permiten comprender la realidad, procesarla, descifrarla para poder repreguntarse, en la medida en que a uno le falten las palabras para poder comprenderla, le falta también la capacidad de interpretarla, hay que empobrecer el código. ¿Saben cómo se hace? Se hacen unas cuantas leyes, se prohíben palabras, por ejemplo, matemática moderna, la palabra vector fue borrada del diccionario, el decreto decía que el vector es subversivo... Un gobernador en una provincia mediterránea prohibió la teoría de los conjuntos, es decir, no pensar en términos de articulación, de fenómenos en interdependencia es una manera de que nosotros pensemos que las cosas caen del cielo por voluntad.
Hay otro elemento presente en todo circuito comunicacional que Pichon-Rivière lo trabajó en especial, se llama el ruido. El ruido puede estar ubicado en muchas partes, puede haber ruido en el canal, que el micrófono se acople; puede haber ruido de contexto, pasa una manifestación y cuesta concentrarse; puede haber ruido en el emisor que no sabe bien cómo dirigirse a un auditorio nuevo; puede haber ruido en el receptor que dice “cómo era esto? Hace años que no escucho un teórico”. Estos son ruidos externos, vienen del afuera; pero nos encontramos con otro tipo de ruido que viene de adentro, son los ruidos internos. El ruido implica un grado de interferencia entre el otro y yo, si pensamos que yo no soy el otro y el otro no soy yo, en esa relación hay ruido porque el otro es otro. Eso implicará que aún con una buena comunicación eficaz tendremos reducido el nivel de ruido pero no podrá desaparecer el nivel de ruido a mayor eficacia. El ruido es intrínseco, está en cada uno de nosotros al tener que comunicarnos con otro que es un otro.




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