viernes, 28 de agosto de 2015

Experiencia de Intervención en Cromañón

“Experiencia de Intervención en Cromañón”
(Exposición en la Jornada de Psicología Social del día 27 de Junio en A.P.S.R.A.)
Hola, ¿cómo están? Primero que todo quiero agradecer a A.P.S.R.A. por esta invitación; es un orgullo para mí estar acá. ¡Gracias y muy Feliz cumpleaños Nº 28!
En estos días previos estuve leyendo las crónicas de lo actuado y pensaba cómo resumir un año muy intenso vivido en relación a la TRAGEDIA DE CROMAÑON. Y decidí tomar dos etapas de la Intervención. La primera, que fue desde el 2 de enero hasta fines de Abril (4 meses de trabajo realizado en EL SANTUARIO, a media cuadra del boliche), con una modalidad de Intervención en Crisis; y una segunda etapa, en la que se organizó un Grupo Operativo que se sostuvo desde mayo hasta diciembre de 2005 en la sede de la Escuela de Psicología Social Intercambio en Villa Urquiza (escuela en la que me formé y trabajo actualmente).
El 2 de enero escuché en la radio a un sobreviviente explicando que no podían irse del lugar y pedían agua, ya que estaban en la calle desde la noche del incendio. Esas palabras me convocaron y, sin saber cómo ni qué iba a hacer, me fui para el barrio de Once con un bidón de agua.
Cuando llegué quedé impactada: todo era caos, dolor, gritos, grupos de chicos muy jóvenes sentados y parados en la calle Bartolomé Mitre que había sido cortada al tránsito. Al lado de unas vallas colocadas por la policía se encontraban cantidades de pertenencias de las víctimas, que habían quedado la noche del incendio tiradas en la calle, y otras tantas que iban llevando familiares y amigos. Estas pertenencias formarían parte del SANTUARIO.… Se me acercó un chico y me preguntó: “¿Usted vino para traernos agua?”… “Sí”, contesté… Me abrazó y me dijo “GRACIAS”, ese fue mi primer acercamiento. Hice una observación como pude, ¡era muy fuerte estar ahí!
Estaba el SAME y había una mesa con dos psicólogos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En un momento se produjo una crisis de llanto y gritos (cosa que era muy habitual). Ellos, los dos psicólogos, invitaron a los chicos a acercase a la mesa y fueron echados a los gritos del lugar. Un dato a tener en cuenta. Me sumé a colaborar con un grupo de chicos que estaban sentados en ronda en la calle, pintando unos carteles para mostrar a los medios. Los textos estaban relacionados con sostener la Memoria y el pedido de Justicia.
Al día siguiente, el 3 de enero, se convocó a una reunión de colegas y consultores psicológicos en Intercambio para pensar algunas estrategias de intervención.
El 4 volví a Once y vi que habían puesto unas lonas rotas, a modo de toldo para resguardarse del sol. Un grupo estaba sentado en el suelo y otros en algunas sillas que habían conseguido. Me acerqué y les pregunté qué necesitaban, y contestaron todos a la vez. Les dije “parece que son bastantes cosas”, lo que provocó algunas risas, ya que cada uno había nombrado distintos elementos. Hicieron una lista larga: cepillos de dientes, pasta dental, jabón, algo para los dolores de cabeza, agua oxigenada, curitas, crema para quemaduras, papel higiénico, etc. etc. etc. Además me enteré que utilizaban el baño de la estación y estaban sin comer desde el día anterior. Les compré unos sándwiches de milanesa que recibieron con gritos y aplausos. Era tan evidente el estado de fragilidad y precariedad en el que estaban que era imposible no ofrecerse a contenerlos y acompañarlos, por lo menos desde lo posible, acercándoles algunos elementos para cubrir las “necesidades básicas”. Allí seguía estando la ambulancia pero ya no los psicólogos asignados por el GCBA. Pregunté por ellos y me contaron que les pidieron que se fueran porque no querían saber nada de nada con ellos.
Al día siguiente voy a Intercambio con la lista. Hicimos un pozo común entre todos para solventar los gastos y comprar los elementos necesarios. Al día siguiente volví a Once con una colega. El panorama había cambiado, tenían dos carpas que les prestaron para poder descansar y habían puesto una cinta alrededor de esas carpas y del toldo. La idea era que la gente no se acercara, esto era claro. Después me enteré que gente que pasaba por allí (ciudadanos, policías, etc.) los insultaban y prefirieron poner alguna distancia. ¡Pensé que era un nuevo desafío para nosotras! ¿Nos dejarían ingresar?
Caminamos hacia el Santuario que crecía día a día y se iba rearmando y organizando. Ahí estaba Juan Pablo, uno de los chicos de las carpas. Le presenté a mi colega y le comenté que llevábamos las cosas que nos habían pedido. Con una sonrisa me dice “vamos a las carpas, quiero que las recibamos todos juntos”. Juan Pablo se iba perfilando como líder. Fíjense cómo apareció en ellos lo grupal, y cómo desde el inicio el armar una trama que los sostuviera significó la única posibilidad de llevar adelante una especie de proyecto en común; que los ayudara a empezar a salir de la desolación y de la tristeza. Eso fue, a mi entender, el Santuario: una suerte de Objeto Transicional que les permitió atravesar la tristeza con creatividad, planificando la esperanza a través del pedido de Justicia y con la convicción de sostener la memoria de TODAS las Víctimas, sabiendo que ésta es una sociedad que olvida pronto.
Fue muy grande el aprendizaje mutuo de aquellos días. Yo diría una suerte de ENSEÑAJE, que se realimentaba con cada encuentro. Cuando nos acercamos a la carpa, Juan Pablo levantó la cinta y nos hizo pasar. Todos agradecieron las cosas y nos invitaron a tomar mate con ellos. Nos sentamos en ronda y surgió una rueda de presentaciones que empecé intuitivamente sin proponérmelo, dándoles mi nombre. Alguno empezó a contar espontáneamente porqué estaba ahí y qué era lo que le había sucedido. Parecía que el rol de “coordinadora” se instaló en mí sin previo aviso, sin encuadre, pero con toda la potencia de poner el cuerpo y la escucha, proponiendo un lugar posible para que circularan algunas palabras. Así se dio el primer acercamiento fuerte con algunos de los sobrevivientes de la Tragedia (serían unos 18, número que variaba según el día y la hora). Desde ese momento las rondas de mate eran habituales en la carpa del Santuario. Charlas que eran interrumpidas por pedidos permanentes de contención cuando llegaban familiares o sobrevivientes. Ese día volví, como solía sentirme en aquellos días “en plena contradicción”, con una especie de estado de extraña tranquilidad por estar y poner un granito de arena y, al mismo tiempo, con una gran angustia y tristeza por lo sucedido. ¿Cómo podía ser que como sociedad no pudiéramos cuidar a nuestros jóvenes? ¿Qué se hace frente a tanta muerte?
Desde ese momento fuimos día por medio al Santuario unas 3 o 4 hs, dependiendo de cuál era el requerimiento y según cuánto resistieran nuestros cuerpos y almas los embates de tanta tristeza.
Las tareas realizadas fueron muchas, todas iban surgiendo de las necesidades que iban apareciendo en el día a día. Algunas fueron:
- Acompañamiento a los Hospitales, las secuelas físicas estaban acechando permanentemente. Ahogos, espasmos, dolores de cabeza y en el pecho, tos, neumonías químicas, fiebre alta, falta de aire. Cuando llegaban a los hospitales lo primero que recibían eran los insultos de la policía, y después la desidia del personal, no los atendían y los dejaban esperando por horas. Por lo que se decidió armar grupos que con una frecuencia de dos veces a la semana los acompañaban a las guardias, a turnos pre- fijados con médicos, o para hacerse los chequeos correspondientes. Después esta situación mejoró notablemente y eran atendidos con normalidad.
- Mediar con el SAME, ya que habían registrado los celulares de los chicos y no atendían los llamados de las urgencias, hubo que llamar desde otros teléfonos, pedir hablar con un superior, explicar lo que sucedía y hasta llegar a amenazar con hacer una denuncia frente a los medios. Recién ahí volvieron a atender sus llamados.
- Sostener entre ellos y la policía un trato sin agresiones. Los oficiales insultaban y maltrataban a los sobrevivientes a diario. Esto lo vi y lo presencié yo misma. Por lo que fue necesario un trabajo intenso con los chicos. Instrumentándolos para que pudieran tomar el nombre y el número de placa de los que los insultaban para después hacer las denuncias correspondientes. El argumento para mediar era que ellos mismos deseaban sostener el pedido de justicia de forma pacífica, y si se enganchaban en este interactuar, no lo iban a poder sostener. Obviamente el enojo y la ira estaban a flor de piel en aquellos primeros días. Uno de los efectos lógicos del estrés postraumático y de las recientes perdidas.
- Secretaría de Derechos Humanos, se realizaron llamados como modo de colaboración en los trámites para recibir los subsidios, se armó una lista de la documentación necesaria para los que habían estado en el incendio. Obviamente por las secuelas físicas y psicológicas muchos habían perdido sus trabajos, abandonaron los estudios y cortaron los vínculos con los familiares, ya que éstos no comprendían el por qué de quedarse en la calle y no volver a sus casas. Esto los había dejado en situación de total precariedad y desvalidos desde lo anímico hasta lo económico. En muchos casos hubo que tramitar los DNI que se habían perdido o quemado.
- El Ministerio de Desarrollo Social les consiguió comida, agua, baños químicos, y visitó a los familiares de las víctimas. Acá quiero agradecer especialmente a Alejandro SIMONETTI por su estar presente, por su incansable colaboración en el seguimiento de casos y sus charlas de contención para conmigo.
- Fue muy importante la presencia de Alfredo MOFFATT por la contención para con los familiares y sobrevivientes, dándoles la posibilidad de bañarse y dejar en su escuela algunas ropas y pertenencias, ya que varias veces los robaron estando en las carpas. También por su generosidad para conmigo ofreciéndome su consultorio para ir a charlar y contener a padres de las víctimas.
- Contención en Crisis, a pedido de Juan Pablo, sin dudas un líder de tarea, se contenía a sobrevivientes o familiares de las víctimas que querían conocer el Santuario y que se encontraban en estado de shock o en plena crisis. Este deseo de Juan Pablo surge de ver cómo los psicólogos sociales interactuábamos con la gente y en sus palabras dice: “Ustedes, no se cómo hacen, pero la gente se calma y se va mejor”.
Por este pedido se organizaron GUARDIAS en el Santuario para contener a los que se acercaban en la semana, reforzando los horarios en los fines de semana, en las fechas claves como los días 30 de cada mes y en las horas anteriores a las marchas. En esta tarea se aplicaron mayormente los cuatro (4) pasos del EPS de Carlos Sica:
1. ENCUENTRO (CONTENCIÓN)
2. CATARSIS
3. VERBALIZACIÓN
4. PROYECTO
Para mí es importante destacar que este tipo de intervención , que es apropiada para los momentos posteriores al accidente o a la catástrofe, no se limita sólo a eso ya que los efectos del estrés postraumático y el estado de shock si no se resuelven en las primeras horas persisten. Esto es lo que pudimos vivenciar en los sobrevivientes o padres que se acercaban y seguían en ese mismo estado a pesar de haber pasado días, incluso más de un mes.
Lo que más me impactó de esta modalidad de intervención es la corriente de afecto que circulaba en estas circunstancias, parecía no haber barreras, era tan fuerte la necesidad de sentirse escuchados, no juzgados, que a través de una palabra o una pregunta se abría una posibilidad de contacto muy intensa e inmediatamente aparecían la culpa del sobreviviente, la incomprensión de los familiares, el miedo a la oscuridad, al encierro, el miedo a la locura y a la muerte que, al ser nombrados, se hacen reconocibles y dejan de ser aplastantes. Es como que el lenguaje modela la experiencia y permite evaluar y comenzar a elaborar lo sucedido.
Finalmente una SEGUNDA ETAPA en la que se conformó a pedido de los chicos un grupo de contención en Intercambio que co-coordinamos con Rosana Fernández durante ocho meses. Agradezco muchísimo a Ro que fue una gran compañera de equipo y a todos los colegas de Intercambio que trabajaron acompañando y haciendo que este armado de red fuera posible. También al Centro de Asistencia Psicosocial Intercambio – CAPSI por el espacio físico y otro de supervisión para esta tarea.
En el grupo se trabajó con los vectores del cono, fue un espacio donde cada uno pudo expresar lo vivido desde su propia verticalidad. Se fue construyendo un rompecabezas de lo sucedido la noche del incendio que se acercaba un poco más a lo real, ya no tan teñido de defensas maníacas ni tanta culpa. Los primeros tiempos se los escuchaba decir que: Todo había sido un gran ATENTADO, que habían sido encerrados con candado y luego se los había prendido fuego para matarlos a todos. Estas ideas fueron cediendo, para poder pensar en un accidente en el que la MULTICAUSALIDAD lo constituyó en una tragedia. Ello permitió empezar a tomar cierta distancia de lo sucedido y verlo como parte de un pasado que empezaba a alejarse de a poco.
En los últimos meses se comenzaron a conectar nuevamente con la posibilidad de algunos PROYECTOS propios, con ideas nuevas, estudio, trabajo, volver a ver a las familias y amigos. Se acompañaron y se re-potenciaron en ese nuevo camino. La pulseada entre ambas pulsiones —EROS Y TANATOS— empezaba a estar más del lado de EROS. La libido volvía al mundo externo. Esto nos mostraba que estaban atravesando las últimas etapas de elaboración en el trabajo del Duelo.
En ese momento costaba sostener el encuadre establecido porque ya tenían compromisos, algunos horarios de trabajo, entrevistas, cursos de ingreso, salidas con alguna chica/o. Apareció el humor y ya se vislumbraban las primeras sonrisas. Una tarde estábamos viendo con Ro cómo reacomodar los horarios y siendo mediados de noviembre nos dimos cuenta que la tarea ya estaba cumplida. Debimos trabajar la propia implicación. Como no podía ser de otro modo se nos hicieron presentes las contradicciones. ¿Estarían preparados? Comenzamos a trabajar con ellos el cierre y la despedida. Estábamos Felices de verlos en sus nuevos caminos, renaciendo con alegría y encaminados en sus proyectos, los vimos abrir sus alas, porque de alguna manera los habíamos maternado, habíamos prestado nuestro psiquismo y habíamos puesto el cuerpo para escucharlos, pudiendo sostener los momentos en que los invadía la tristeza, como decía Lewin “nada más práctico que una buena teoría”, las herramientas del ECRO Pichoniano nos habían sostenido y acompañado en esos nuevos y desafiantes caminos transitados.
Y como decía Pichon “en los escondrijos de lo siniestro se encuentra viva la belleza”. Y así fue porque muchos de ellos pudieron conectar con la propia belleza, ese brillo interno que la muerte no logró opacar, se sostuvieron en lo solidario, en ponerle el cuerpo a la tristeza, en brindarse a los demás de una manera totalmente desinteresada, aprendiendo y multiplicando lo recibido. Hemos percibido y sentido esa belleza en cada abrazo, en cada mirada donde circulaban corrientes fuertes de afecto genuino. Elijo otra frase de Pichon que llevo siempre en mi corazón y es perfecta para cerrar “la única posibilidad de generar vida es engendrar, lo contrario es elegir el camino de la enfermedad”. Entre todos pudimos construir una red que nos sostuvo y fue sostén de muchos otros y así juntos pudimos gestar vida.
Gracias A.P.S.R.A. Gracias a TODOS.

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