jueves, 28 de enero de 2016

GUÍA PARA ELABORACIÓN Y REDACCIÓN DE TRABAJOS CIENTÍFICOS

GUÍA PARA ELABORACIÓN Y REDACCIÓN DE TRABAJOS CIENTÍFICOS
CARLOS A. SABINO
PROYECTANDO LA INVESTIGACIÓN
7.1. ACTIVIDADES INICIALES
No se llega a plantear adecuadamente un problema de investigación, por lo general, en el primer intento. La definición del área temática a trabajar, inclusive, suele hacerse inicialmente de un modo provisional, algo impreciso, que deja abiertas todavía bastantes posibilidades. Esto es así porque el investigador -salvo en casos excepcionales- va decidiendo el perfil del trabajo a realizar de un modo gradual, mediante aproximaciones sucesivas que lo van acercando al proyecto que en definitiva será ejecutado.
Permítasenos intercalar aquí una breve digresión, que haremos como producto de nuestra docencia continua de asignaturas metodológicas. Uno de los obstáculos que enfrenta el profesor que intenta transmitir esos conocimientos es que, por lógica, desarrolla un programa en que se van exponiendo las diversas etapas de un proceso de investigación en el mismo orden en que teóricamente ellas se presentan. Parte de discutir lo relativo al área temática, continúa con el planteamiento del problema y la delimitación de la investigación, o cierre de campo, para seguir con el marco teórico, y los aspectos más técnicos e instrumentales. De ese modo se intenta reproducir en las aulas una secuencia lógicamente ordenada y, por ello, más fácil de comprender.
Pero sucede algo que dificulta entonces enormemente la actividad pedagógica: las fases iniciales de una investigación, las mismas que hemos venido tratando en el capítulo precedente, son precisamente las más complejas, las que requieren de mayor experiencia, metodológica y más amplio dominio del tema a indagar. Las etapas finales, predominantemente técnicas, son en el fondo más sencillas y simples: involucran una cierta cantidad de tareas rutinarias, quedan predeterminadas por las anteriores y no plantean por lo general problemas de método, en el sentido epistemológico del término.
Los señalamientos que acabamos de hacer tienen por objeto hacer conscientes a los lectores de los escollos de la labor que emprenden: siempre el comienzo de una investigación es lo más difícil, el punto en que nuestras ideas parecen más confusas, el momento en que se siente inabordable y todo se presenta como en desorden.
Veamos al respecto algún ejemplo, de modo que nuestras palabras puedan ser más exactamente comprendidas. Supongamos que un tesista esté interesado en estudiar el tema de la educación superior en su país. Como área temática ella parece clara y bien definida, y no hay duda que dentro de la misma se pueden encontrar problemas bien interesantes. Uno de ellos podría ser el del llamado "perfil profesional" de los egresados, puesto que es conocido el fenómeno de la poca adecuación que hay entre el mismo y las demandas que formula implícitamente el mercado de trabajo. Nuestro estudiante pretende conocer por qué, a pesar de la conciencia existente al respecto, las instituciones de educación superior no han podido encontrar una respuesta que les permita ir adaptándose a las exigencias cambiantes que reciben.
Llegado a este punto deberá seguir una primera recomendación, elemental en sí pero no por ello menos importante: tendrá que leer lo más posible sobre el tema -preferiblemente guiado por alguna persona experta en la materia que lo ilustre sobre las características de la bibliografía existente¬- y discutir, con quienes conocen el área, sobre sus inquietudes y posibilidades de trabajo. Aquí, probablemente, reciba su primera sorpresa, cuando encuentre que lo que él creía un campo de trabajo bien preciso se le muestre en realidad como un agregado de innumerables temas, cada uno de los cuales puede tener a su vez una bibliografía profusa.
Lo que es el perfil de un egresado se compone a su vez de un conjunto de elementos a considerar: conocimientos teóricos y prácticos, aptitudes, destrezas, modos de aproximación a la realidad y hábitos de trabajo. Las demandas del mercado no son claras y unívocas, sino que ellas varían con el tiempo y las profesiones, de acuerdo a si son formuladas por el sector público o el privado, en relación al tipo de empresas y, en general, en función de un sinnúmero de variables. Todo ello es también relativo al tipo de institución considerada, pues el sector de la educación superior no puede tomarse, casi nunca, como un todo homogéneo. El tesista, comprende, pues, que no sólo habrá de conocer los temas estrictamente vinculados a la educación sino, que tendrá que dominar, aun¬ que sea en parte, el saber de otras disciplinas: economía, psicología, sociología, etc. 
¿Qué hacer entonces? Se impone, por supuesto, una redefinición de su problema. Resulta evidente que éste no podrá ser abordado así, en términos generales, sino que tendrá que ser de algún modo parcelado, porque exhibe -visto de cerca- una complejidad y una extensión insospechadas. Hay quienes, llegados a este punto, se resisten a delimitar el ámbito de sus estudios. Piensan, a veces mal asesorados, que en tal caso perderían la indispensable visión del conjunto y que por tanto sus resultados carecerían de todo interés y valor general. El argumento, aunque parezca irreprochable, amenaza en realidad con llevarnos a un callejón sin salida. No hay que perder de vista que una tesis representa una investigación, no la totalidad de las investigaciones, y que nada se avanza negando la realidad y tratando de tomar como único un problema de conocimiento que es de hecho una síntesis de diversos problemas más concretos.
La solución no está tan lejos, sin embargo, como parece. Consiste en tomar un sub-problema de los mencionados y convertido entonces en el eje de nuestra indagación. Si el arqueo de las fuentes y la discusión con personas expertas se ha hecho de un modo sistemático, profundo, será relativamente sencillo encontrar el nuevo problema a trabajar. Este podría pasar, por ejemplo, por definir una profesión determinada, hallar el perfil básico de sus egresados y compararlo con las tareas que ellos desempeñan luego de algunos años de graduados; o por el estudio histórico pormenorizado del currículum de alguna carrera para poder compararlo con la evolución sufrida por esa profesión, lo cual pudiera conocerse a partir del examen de estadísticas globales, entrevistas a directores de personal o estudio de manuales de cargos.
Son muchas las posibilidades, como puede apreciarse, y lo importante es que el tesista se concentre en algunas de ellas. No queremos hacer nosotros tal investigación, ni abrumar al lector con un ejemplo que tal vez le resulte ajeno a sus estudios, por lo que habremos de apuntar más bien algunas recomendaciones de tipo general. Ellas, resumidamente, son las que siguen:
Tratar de escribir, en unas pocas frases, lo que provisionalmente hemos definido como área de investigación y problema a trabajar. 
Buscar en bibliotecas y otros centros de documentación la bibliografía existente al respecto. Hacer una lectura rápida, aunque sea parcial, de la misma. 
Consultar con profesores; potenciales tutores y conocedores del tema con respecto a la forma de ir perfilando mejor el problema de investigación. 
Discutir, con quienes tengan conocimientos de la metodología científica, la forma de precisar el problema y de cerrar el campo, así como el posible método de la investigación. 
Hacer uno o más papeles de trabajo que vayan registrando los avances que se efectúen.
Una vez realizadas estas tareas, que pueden seguir o no el orden indicado, es casi seguro que el tesista alcance una claridad mucho mayor sobre el trabajo a desarrollar. En tales circunstancias es conveniente que regrese otra vez a la bibliografía -que ya irá conociendo mejor- para hacer una lectura más atenta, capaz de proporcionarle:
Conceptualizaciones, elementos teóricos y definiciones que le permitan caracterizar más específicamente el problema en estudio.
Ciertos datos básicos capaces de orientarlo acerca del comportamiento del fenómeno que estudia, guiándolo eventualmente hacia la formulación de hipótesis verificables.
El estudiante, naturalmente, para no perder la información que va adquiriendo, deberá ir elaborando fichas o registrando del modo más ordenado posible el resultado de sus indagaciones. Paralelamente, continuará con sus consultas, de modo que pueda establecer ya un vínculo con quien vaya a ser el tutor de su trabajo. 
Después de estas tareas, o de un modo simultáneo si la experiencia del investigador así lo permite, podrá enfocarse la elaboración de un primer documento de trabajo, más o menos riguroso, que encuadre el trabajo científico a desenvolver. El mismo, que ahora consideraremos, es el anteproyecto de investigación. Puede ocurrir, cuando no se está trabajando como tesista, que tal documento no tenga el objetivo de ser presentado formalmente ante alguna institución, puesto que la indagación se esté haciendo independientemente. Aún en ese caso, sin embargo, es prudente que el investigador anote para sí aquello que dé fundamental tiene un anteproyecto, puesto que así tendrá una especie de programa de trabajo al cual recurrir en momentos de duda o cuando requiera la asesoría de sus colegas o compañeros de equipo.
7.2. EL ANTEPROYECTO O PRE-PROYECTO
Conviene que nos detengamos con algún detalle en el examen de este peculiar tipo de trabajo científico, tan importante para el quehacer de todo investigador y tan frecuentemente solicitado dentro de las prácticas académicas y profesionales.
Investigar es, como se ha visto, una tarea compleja y erizada de desafíos, que reclama un esfuerzo intelectual considerable y sistemático. No se producen conocimientos nuevos con la misma facilidad con que se elaboran nuevos bienes materiales en una línea de montaje, puesto que no hay ningún procedimiento repetitivo que nos asegure la obtención de conocimientos confiables y rigurosos. En tal sentido el método resulta una simple guía indicativa, un punto de referencia y confrontación que nos permite resolver ciertos problemas, avanzar cuando nos sentimos desconcertados u organizar nuestra labor. Ello es evidentemente muy útil y necesario, pero no es lo mismo que contar con un patrón o modelo fijo que nos garantice de por sí que habremos de salir airosos en la difícil tarea de conocer mejor la realidad.
Lo anterior es importante para entender el sentido del tipo de trabajo científico al que nos estamos refiriendo. El pre-proyecto, por eso, no se elabora después sino antes de desarrollar una investigación. Su particularidad consiste, como queda indicado, en que el mismo ayuda a prefigurar lo que serán las variadas y a veces ingentes actividades que requiere una indagación científica. Es por lo tanto necesario para organizar nuestras ideas, definir nuestras metas y elaborar un programa de trabajo antes de emprender una acción que a veces puede resultar dilatada en el tiempo y en el espacio.
El pre-proyecto tiene la misión de anticipar, por lo tanto, algunas de las características esenciales que habrá de tener la investigación a desarrollar:
El problema alrededor del cual se plantea.
Los objetivos que, en consecuencia, se trazan.
Los fundamentos teóricos que la sustentan y, eventualmente, las hipótesis a verificar.
Las líneas generales de la metodología a desplegar.
También suelen incluirse en el mismo algunos antecedentes que fundamentan la elección del problema, la bibliografía ya conocida y -en ciertos casos- algunos datos indispensables para comprender el sentido mismo de la investigación que se va a efectuar. 
Ya nos hemos referido, con cierto detalle, a lo que representa plantearse un problema de investigación. Hemos dicho que ello significa interrogarnos con respecto a aspectos de la realidad que precisamente no se conocen. Cuando establecemos estos interrogantes de un modo preciso, por escrito, vinculando las diversas facetas que intervienen en la consideración de los mismos, podemos decir que hemos logrado ya formular el problema de indagación que nos interesa. Esa formulación es, comprensiblemente, parte esencial del anteproyecto.
Los objetivos correspondientes a tal investigación tendrán que tener, necesariamente, una muy estrecha correlación con el problema planteado: ellos expresarán los resultados que se desean obtener al final de la misma y entonces traducirán, en forma afirmativa, lo que expresaban las preguntas iniciales.
Así como en el planteamiento de un problema puede haber un interrogante central y otros secundarios, subordinados a éste, así también podremos hablar de un objetivo principal y varios otros derivados del mismo. Al primero suele llamársele objetivo general, y a los que de él dependen objetivos específicos. Puede haber más de un objetivo general, así como varios objetivos específicos que denoten el contenido particular de los generales. Es importante siempre que exista una correspondencia entre ambos planos, de modo tal que la diferencia entre lo general y lo específico señale una distinción en el nivel de abstracción en que estamos trabajando. En ocasiones este proceso de ir trazando objetivos cada vez más concretos puede implicar la definición de un tercer nivel de especificidad; deberá hablarse entonces de objetivos sub-específicos o designados con algún otro término semejante.
Si la investigación planteada es de carácter explicativo, es decir, si se propone averiguar las causas o condicionamientos de determinados fenómenos, nos veremos precisados a elaborar una hipótesis, una proposición que exprese lo que suponemos provoca los hechos que nos interesa explicar. Ella tendrá también una relación muy directa con el problema planteado, pues será algo así como su respuesta anticipada, la posible solución que creemos pueda satisfacer a las preguntas iniciales. También se corresponderá de un modo estrecho con los objetivos de la investigación, pues éstos deberán girar alrededor de la verificación de la hipótesis. La ajustada relación entre estos tres elementos -los básicos de un anteproyecto- pretende ser reflejada en el siguiente diagrama, que esperamos sirva como un recordatorio de la necesaria complementación que hay que lograr entre los mismos:
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
(Lo que se conoce acerca de la realidad)
OBJETIVOS HIPÓTESIS
(Lo que se espera (lo que suponemos
Llegar a conocer) explica el problema)
Por supuesto, no todas las investigaciones tienen este tipo de interrogantes: hay otras que son aproximativas o exploratorias, y muchas que caben bajo la denominación de descriptivas. En estos casos no tiene sentido formular una hipótesis a verificar, por cuanto no se trata de lograr una explicación de los fenómenos en estudio sino una descripción más o menos rigurosa de los mismos. Por ello no es necesario ni conveniente lanzarse a buscar de un modo forzado alguna hipótesis sino ubicar, en su lugar, una reflexión de tipo teórico que nos indique el criterio con que habrá de realizarse la exploración o la descripción, así como los supuestos -teóricos y prácticos- que permiten formular el problema de investigación presentado.
La relación entre los elementos del esquema precedente se entenderá mejor si mostramos cómo se establece en el caso de un determinado ejemplo. Imaginemos que el problema planteado es encontrar las causas que han llevado al crecimiento relativo de la población ocupada femenina. El tema, de por sí amplio, debe ser acotado para que resulte factible la investigación; el tesista entonces, después de realizar lo indicado en el punto 7.1., escoge un aspecto particular del problema inicial, de modo tal de reducir su campo de indagación aunque conservando, en principio, la posibilidad de encontrar claves para comprender la situación en su conjunto. Supongamos que la solución haya sido interrogarse acerca de la incorporación de la mujer con educación superior al sector servicios de la economía (de un determinado país o región). El planteamiento del problema podrá quedar como sigue:
Hasta qué punto el acceso de la mujer al sistema de educación superior ha llevado a un incremento de su participación dentro del sector servicios de la economía de la región XX.
Por supuesto, en un anteproyecto real no debiéramos limitamos a esta sola pregunta, ni estaremos obligados a presentar el problema en forma interrogativa. Es preferible en cambio hacer una exposición breve, con o sin preguntas explícitas, que nos muestre la idea principal que acabamos de anotar junto con las ideas subordinadas que explican y dan contornos más precisos a la misma. Pero, entendido esto, continuemos ahora con los objetivos que podría tener la investigación. De acuerdo a lo anterior los objetivos generales se definirían así:
OBJETIVOS GENERALES:
1.- Analizar la incorporación de la mujer a la educación superior en la región XX.
2.- Determinar la evolución de la estructura ocupacional del sector servicios, teniendo en cuenta particularmente la participación femenina en el mismo.
Note el lector que hemos determinado dos objetivos generales, uno para cada una de las principales variables que intervienen en el problema planteado. En una investigación concreta habría que delimitar además un lapso temporal específico para precisar esa evolución de la que hablamos y; lo más importante, agregar un tercer objetivo, referido a la forma en que verificaremos cómo una variable afecta al comportamiento de la otra. Los objetivos específicos se referirán a los generales, como ya decíamos. Ello podrá hacerse, por ejemplo, del siguiente modo:
OBJETIVOS ESPECÍFICOS: 
1.1.- Determinar el porcentaje de estudiantes y egresadas femeninas de las distintas carreras de la educación superior.
1.2.- Comparar la evolución de dichos valores con los correspondientes a la población total en educación superior.
2.1. Conocer la participación de la población femenina en el sector servicios de modo global y para cada una de las principales ramas de actividad del mismo. 
2.2. Determinar la participación femenina en el sector servicios según categorías ocupacionales, escala salarial y funciones desempeñadas. 
Como se apreciará, hemos definido en este caso dos objetivos específicos para cada uno de los generales, como una forma más concreta de plantear los mismos. Cada uno de ellos, a su vez, podría seguir siendo especificado, con lo que llegaríamos así hasta la definición estricta de las variables a medir y de los indicadores que permitiesen observar su comportamiento efectivo. No es necesario, sin embargo, llegar a tal grado de detalle en un anteproyecto. Para concluir veamos cómo se expresaría nuestra hipótesis:
El acceso de la mujer a la educación superior ha llevado a un incremento de su participación dentro del sector servicios de la economía regional.
Obsérvese el modo estrecho en que nuestra hipótesis se corresponde tanto con la idea central del problema formulado como con los objetivos generales propuestos. Esta hipótesis general se puede desglosar aún más, naturalmente, llevándola al nivel de concreción de los objetivos específicos. De ese modo se establecen hipótesis operacionales que pueden referirse, en nuestro caso, a lo que suponemos será la inserción de la mano de obra femenina según sectores de actividad particulares, categorías ocupacionales, etc.
Cabe recordar que un anteproyecto es un documento breve, un primer papel de trabajo que permite identificar y encauzar una investigación en gestación. Por ello ninguno de los elementos más arriba mencionados tiene que ser una larga y detallada exposición. Los antecedentes deben ser apenas los indispensables para situarnos en el problema; es preciso explicar en esa sección qué se ha investigado hasta ahora en relación a nuestro tema de estudio, intentando destacar, por cierto, el modo en que nuestro trabajo puede significar un enriquecimiento de los conocimientos existentes y no una mera repetición de trabajos anteriores. Cuando se expone además el interés o utilidad que pueden llegar a tener los resultados esperados, o se explica por qué nos preocupa especialmente el problema elegido, suele abrirse otra sección, la llamada justificación. Los antecedentes y la justificación de un anteproyecto -lo mismo es válido para un proyecto- suelen colocarse al comienzo del mismo, pues cumplen funcionalmente el mismo papel que en otros casos desempeña la introducción.
Luego de los antecedentes y de la justificación se pasa a plantear, directamente, el problema a investigar. Ello también se hace de un modo breve, aunque no simplemente enunciando una frase o una pregunta, sino explicando sucintamente el sentido del mismo. Puede continuarse luego con la exposición de los objetivos que se han fijado y con la presentación de las hipótesis. Antes de ello, sin embargo, conviene agregar una breve sección donde se expongan los fundamentos teóricos que sustentan el problema. No se trata de elaborar un completo marco teórico, con todos los detalles que tal cosa supone, sino de informar al lector de las bases conceptuales de las que partimos, de los autores, teorías o proposiciones generales dentro de las cuales situamos nuestro trabajo de indagación. 
La sección referente a la metodología normalmente contiene una formulación esquemática del procedimiento general a desarrollar para probar las hipótesis o realizar la descripción. Es importante, sobre todo, especificar el tipo básico de diseño a emplear, indicando si será bibliográfico o de campo, si se realizará un experimento, encuesta u otro tipo de trabajo específico. Puede hacerse algún señalamiento con respecto a las técnicas de recolección o de análisis de datos, pero sin entrar en mayores detalles.
La bibliografía será igualmente una indicación somera del tipo de lecturas ya efectuado, en curso de realización o que se prevé efectuar próximamente. En todo caso en un anteproyecto valen mucho más la concisión; la rigurosidad de expresión y el esfuerzo de síntesis que las minuciosas explicaciones o las digresiones que nos apartan del hilo conductor fundamental. Ya habrá ocasión de incluir todo esto en el proyecto de investigación o en el informe final sobre la indagación.
No existe un modelo único, universalmente aceptado, respecto al orden en que deben aparecer las diferentes secciones de un anteproyecto. Tentativamente indicaremos al lector una secuencia de sus diferentes partes, advirtiendo que ellas pueden disponerse de otras maneras según las necesidades específicas de cada caso y de acuerdo a las normas de presentación que haber:
1.- Justificación y/o antecedentes
2.- Formulación del Problema
3.- Elementos Teóricos que Fundamentan la Investigación 
4.- Objetivos Generales y Específicos
5.- Hipótesis (si fuese necesario)
6.- Metodología
7.- Plan de Trabajo y/o Cronograma de Actividades
8.- Bibliografía
Los cambios más frecuentes dentro de este orden son los siguientes: los "elementos teóricos" pueden colocarse a veces después y no antes de los objetivos; pueden situarse también luego de las hipótesis, como una forma de explicar o de dar pleno sentido a las mismas; la justificación puede redactarse junto con el mismo planteamiento del problema, sin transición. En fin, como se comprenderá, son diversos los ajustes que es posible hacer al esquema expositivo precedente de modo de adecuarlo mejor a necesidades específicas.
Es frecuente que los estudiantes se interroguen, sin encontrar respuesta, acerca del tamaño que se considera adecuado para un anteproyecto. Si bien es aventurado fijar un límite físico de páginas, pues son increíblemente diversos los casos que suelen presentarse, nuestro criterio personal sugiere que un adecuado pre-proyecto no debe superar un límite de, digamos, unas diez cuartillas, pudiendo ser considerablemente menor.
Ya hemos señalado que un anteproyecto es simplemente un esbozo previo a una labor de investigación. Debe; por lo tanto, cumplir una función de guía, de indicación sumaria, como una especie de armazón a enriquecer y desarrollar mediante el trabajo posterior. En ningún caso, por lo tanto, conviene tomarlo como un esquema rígido, como si fuera una normativa a la que necesariamente nos tenemos que apegar. No se trata, naturalmente, de escribir un pre-proyecto y luego dejarlo de lado mientras se continua desordenadamente en la búsqueda de datos y de material bibliográfico; pero tampoco puede caerse en el extremo opuesto y, olvidando su carácter necesariamente flexible, perder la imprescindible libertad de elección tan necesaria en toda indagación.
7.3. EL PROYECTO DE INVESTIGACION
Si el lector nos ha seguido hasta aquí, en la exposición de las características fundamentales de lo que es un anteproyecto, entenderá sin mayores obstáculos en qué consiste un proyecto de investigación. Se trata, básicamente, de un documento que consta de las mismas secciones que el anterior, ordenadas prácticamente de la misma forma, pero que se desarrolla de un modo bastante más riguroso y completo.
Un proyecto de investigación es el plan definido y concreto de una indagación a realizar, donde se encuentran especificadas todas sus características básicas. Aparecen en el mismo, por lo tanto, algunas secciones que habitualmente no se incluyen en un anteproyecto, pero que dan una idea más acabada del trabajo práctico a desplegar. Así tendremos, respetando un orden habitual:
Antecedentes y Justificación del Problema 
Planteamiento del Problema 
Objetivos (generales y específicos) 
Elementos del Marco Teórico 
Hipótesis (si fuesen necesarias) 
Metodología a Desarrollar (que puede incluir información acerca de técnicas de recolección y/o de análisis) 
Recursos Necesarios y Presupuesto
Plan de Trabajo y Cronograma
Bibliografía
Puede incluirse también una breve reseña de los avances ya logrados hasta el momento en el proceso de investigación. Las secciones relativas al planteamiento del problema, el marco teórico y la metodología son, habitualmente, bastante más completas que en el caso de un pre-proyecto; las hipótesis y los objetivos se definen, en lo posible, con mayor rigurosidad, empleando una terminología más exacta.
Para evitar una interpretación demasiado rígida de lo que son los documentos que venimos describiendo conviene recordar que ambos, en última instancia, no son más que papeles de trabajo sucesivos que se van escribiendo a medida en que una investigación cobra forma y se define. Como tales, son planes provisionales, factibles de modificar, que representan avances particulares de un proceso que en definitiva es dinámico, continuo. Pueden hacerse por eso más de un anteproyecto o de un proyecto para un mismo trabajo; puede también, eventualmente, prescindirse de alguno de tales escritos. Lo importante, claro está, es que el investigador posea una idea clara y definida de lo que va a realizar, que no proceda a leer, recoger datos, o procesar información de una manera caótica, sin saber en el fondo lo que está buscando. Y decimos esto no por poseer un afán normativo mal entendido, que convierte a la metodología en una camisa de fuerza para la creatividad del investigador o el tesista, sino por obvias razones de eficiencia. El trabajo intelectual -y en esto no se diferencia de cualquier otro trabajo- requiere de disciplina y de orden para alcanzar los mejores resultados y para evitar inútiles esfuerzos que desperdician las energías de quien lo emprende.
Es necesario advertir, por otra parte, que los documentos mencionados son casi siempre exigidos por los consejos o comités que formalizan los trabajos de tesis, así como también por las instituciones que patrocinan, financian o avalan de algún modo la práctica investigativa. 
Pasar de un anteproyecto a un proyecto de investigación es una tarea que resulta relativamente sencilla si se van realizando, de un modo sistemático, algunas tareas normales dentro de un proceso de indagación. Entre las mismas podemos mencionar a las siguientes:
a) La lectura organizada de la bibliografía existente. Esto nos posibilita avanzar, a la vez, en varias direcciones. Por un lado nos permite ir redefiniendo, con más exactitud, el previo planteamiento del problema, puesto que la lectura nos orienta respecto a lo que ya han realizado otros investigadores, indicándonos que conocimientos son aceptados como sólidos y cuáles siguen abiertos a la discusión. También nos permite realizar análisis comparativos con respecto a los objetivos trazados y efectivamente alcanzados en otras oportunidades por distintos equipos de trabajo. Del mismo modo, una revisión acuciosa de la bibliografía nos sitúa en inmejorables condiciones para reelaborar, precisar y concretar lo que se denomina el marco teórico de la investigación y, por lo tanto, todo lo relativo a las posibles hipótesis a verificar. Hemos comprobado que, en la práctica, muchos estudiantes y profesionales no logran elaborar buenos proyectos de investigación por una razón muy sencilla: no conocen lo suficiente sobre la temática que se han planteado. No es por falta de conocimientos o de destrezas metodológicas que, entonces, se falla muchas veces, sino porque se olvida algo tan elemental como eso, que para hacer un aporte al conocimiento científico sobre un problema es preciso conocer a fondo el mismo, situándose virtualmente en lo que podríamos denominar la frontera del saber existente. 
b) La búsqueda de datos. Por supuesto, en este sentido no cabe hablar de un trabajo sistemático: éste sólo debe emprenderse después, cuando ya la investigación haya cobrado una forma más o menos definitiva. Pero, entretanto, no es para nada inútil ir acopiando cierta información, pues ésta nos permite prefigurar de algún modo el cuadro de lo que serán los datos finales a analizar. Es importante, en todo caso, hacer un inventario de las fuentes disponibles, de la calidad y cantidad de información a nuestro alcance y de las posibilidades efectivas de ampliarla con los recursos disponibles. Además resulta conveniente, sobre tales bases, ensayar de algún modo la forma en que habrá de realizarse el procesamiento y análisis de los datos. 
c) La consulta con personas capaces de orientarnos metodológica y conceptualmente. No hay que olvidar que si el anteproyecto es un documento altamente provisional, sujeto a todo tipo de modificaciones, el proyecto de investigación es en cambio algo de carácter más acabado, que debe tomarse en cuenta con más atención. Es por ello muy importante que, en tanto vayamos dando forma a nuestra investigación, contemos con una asesoría clara y efectiva. De allí la necesidad de contar con la figura de un tutor, en el caso de todo tipo de tesis, o de discutir colectivamente -en equipos de trabajo- cualquier proyecto que se emprenda en institutos o centros de investigación. En tales consultas deben tenerse en cuenta tanto los aspectos sustantivos, que se refieren al contenido de la investigación a desarrollar, como los propiamente metodológicos, es decir aquéllos que tienen relación con la coherencia interna y con el diseño de la indagación. Por ello es apropiado, muchas veces, realizar conversaciones con una variedad de personas, puesto que es raro encontrar en una sola toda la amplia gama de conocimientos y aptitudes necesarias para una correcta orientación. 
En relación a la importancia de tales consultas deseamos relatar lo que hemos observado muchas veces, y que nos ha parecido bien denominar "paradoja del ajedrecista". El lector tal vez haya tenido ocasión de ver alguna partida de ajedrez que juegan otras personas, analizando aunque sea superficialmente los movimientos de los contendores. Recordará así qué fácil es darse cuenta de los errores de los jugadores, aunque se trate de ajedrecistas de mejor calificación que el observador. Pero, en cuanto se truecan las circunstancias y estamos ya directamente frente al tablero, con la responsabilidad por cada jugada que realizamos, nuestro entendimiento parece trabajar de un modo algo inferior: somos nosotros los que ahora tenemos que elegir y; por lo tanto, los que inevitablemente cometemos los errores. De la comparación con lo que allí sucede puede el estudiante, y hasta el investigador más experimentado, sacar útiles enseñanzas.
d) La reflexión sistemática sobre el trabajo a realizar. No debe olvidarse que un proyecto se realiza para ser efectivamente ejecutado. Es por eso necesario que el investigador se plantee concretamente la viabilidad de lo que postula en sus páginas, tanto en lo que se refiere a su coherencia interna como en relación a sus posibilidades reales de ejecución práctica. Es importante también que reflexione creativamente sobre el problema que se ha planteado, examinando las diversas posibilidades teóricas, las variadas facetas del problema, la posible respuesta a los grandes y a los pequeños interrogantes que van surgiendo.
Si se va leyendo, buscando información, consultando a quienes saben y reflexionando sobre el problema que nos hemos planteado se estará en condiciones de elaborar, en un plazo relativamente breve, un buen proyecto de investigación. El mismo podrá estar próximo o alejado de las ideas iniciales pero, en síntesis, representará una aproximación bien significativa a la meta buscada.
Para la redacción de un proyecto deben tomarse las mismas precauciones, en cuanto al lenguaje, que ya se mencionaban más arriba. La claridad, la precisión y la ausencia de innecesarios adornos son fundamentales, al menos en las secciones básicas del mismo: planteamiento del problema, objetivos, hipótesis, metodología.
Debido a la mayor amplitud de los temas a tratar, un proyecto resulta un documento bastante más amplio que un pre proyecto. No podemos dar aquí una indicación mucho más precisa al respecto, porque son variadas las posibilidades existentes y porque los usos de las instituciones suelen ser divergentes: hay casos en que sólo se exige un papel de trabajo preciso y claro, que puede ocupar apenas unas diez o quince cuartillas; otros, en el extremo opuesto, en que se pide al investigador un inventario casi completo, de los elementos que constituyen la investigación final, salvo naturalmente los datos y su análisis. No compartimos realmente esta última posición, porque ella olvida que gran parte del conocimiento que se obtiene en una indagación no puede ser nunca efectivamente previsto o planificado, ya que surgen siempre nuevos puntos a analizar a medida que se van conociendo los datos. También sucede, como veremos más adelante, que es sólo en el momento de escribir que el tesista comprende efectivamente el alcance y la calidad de la información obtenida. Por ello recomendamos una posición más flexible, que no obligue a destinar innecesarias energías a la redacción de lo que no es el informe final del trabajo.
De la misma manera, los proyectos pueden variar de acuerdo a la magnitud de los recursos que los mismos comprometan. No es lo mismo prefigurar una investigación bibliográfica, a realizar de modo individual, que proyectar un trabajo en el que se vaya a emplear un instrumental costoso, múltiples asistentes y ayudantes de investigación, ejecutándose una acción dilatada temporal o geográficamente. De allí que en estos casos convenga desarrollar con todo cuidado algunas de las secciones que mencionábamos al inicio de este punto: presupuesto, recursos materiales y humanos, cronograma, plan de trabajo, etc. En otras ocasiones, sin embargo, sólo habrá necesidad de expresar muy breves indicaciones al respecto. El buen criterio y la experiencia previa de quien realice el proyecto podrá resolver estas cuestiones con relativa facilidad. 
Para concluir, daremos unas breves indicaciones de lo que se espera de las secciones más prácticas de un proyecto, aquéllas que acabamos de mencionar. Un plan de trabajo es, en esencia, un complemento a la metodología: equivale a una reseña de las actividades que se irán desarrollando sucesivamente, indicando las ya completadas, las que están en vías de ejecución y el orden de las que resta efectuar. Es sumamente útil para los casos de investigaciones de laboratorio o de campo, en especial cuando involucran acciones muy variadas o que se interrelacionan fuertemente entre sí. Cuando el mismo se presenta gráficamente, de un modo resumido, indicando los plazos previstos para la ejecución de cada tarea, suele llamarse cronograma. 
Si la indagación proyectada requiere de una variedad de recursos materiales y humanos es conveniente que el tesista o el investigador incluyan una lista detallada de los mismos. Habrá que especificar en ella: los equipos, material de laboratorio, instrumentos y reactivos que se necesitarán; los útiles y materiales de oficina, así como los gastos que tienen relación con la publicación del informe; los libros y revistas que es preciso adquirir, así como los elementos necesarios para el registro de la información; los locales requeridos o disponibles; los recursos humanos: personal administrativo, investigadores, asistentes y ayudantes, etc. También es conveniente hacer referencia a los viajes previstos y a los viáticos que ellos implican. Cuando sea necesario -y ello es obvio en el caso de solicitudes de financiamiento- deberán cuantificarse con cierta precisión todos los costos que se asocien al uso de los recursos a emplear. La lista sistemática de los mismos es el presupuesto de la investigación, que debe distribuirse además temporalmente, indicando las fechas probables en que las distintas sumas se irán necesitando.
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