GUÍA PARA ELABORACIÓN Y REDACCIÓN DE
TRABAJOS CIENTÍFICOS
CARLOS A. SABINO
PROYECTANDO
LA INVESTIGACIÓN
7.1.
ACTIVIDADES INICIALES
No se llega a plantear
adecuadamente un problema de investigación, por lo general, en el primer
intento. La definición del área temática a trabajar, inclusive, suele hacerse
inicialmente de un modo provisional, algo impreciso, que deja abiertas todavía
bastantes posibilidades. Esto es así porque el investigador -salvo en casos
excepcionales- va decidiendo el perfil del trabajo a realizar de un modo
gradual, mediante aproximaciones sucesivas que lo van acercando al proyecto que
en definitiva será ejecutado.
Permítasenos intercalar
aquí una breve digresión, que haremos como producto de nuestra docencia
continua de asignaturas metodológicas. Uno de los obstáculos que enfrenta el
profesor que intenta transmitir esos conocimientos es que, por lógica,
desarrolla un programa en que se van exponiendo las diversas etapas de un
proceso de investigación en el mismo orden en que teóricamente ellas se
presentan. Parte de discutir lo relativo al área temática, continúa con el
planteamiento del problema y la delimitación de la investigación, o cierre de
campo, para seguir con el marco teórico, y los aspectos más técnicos e
instrumentales. De ese modo se intenta reproducir en las aulas una secuencia
lógicamente ordenada y, por ello, más fácil de comprender.
Pero sucede algo que
dificulta entonces enormemente la actividad pedagógica: las fases iniciales de
una investigación, las mismas que hemos venido tratando en el capítulo precedente,
son precisamente las más complejas, las que requieren de mayor experiencia,
metodológica y más amplio dominio del tema a indagar. Las etapas finales,
predominantemente técnicas, son en el fondo más sencillas y simples: involucran
una cierta cantidad de tareas rutinarias, quedan predeterminadas por las
anteriores y no plantean por lo general problemas de método, en el sentido
epistemológico del término.
Los señalamientos que
acabamos de hacer tienen por objeto hacer conscientes a los lectores de los
escollos de la labor que emprenden: siempre el comienzo de una investigación es
lo más difícil, el punto en que nuestras ideas parecen más confusas, el momento
en que se siente inabordable y todo se presenta como en desorden.
Veamos al respecto algún
ejemplo, de modo que nuestras palabras puedan ser más exactamente comprendidas.
Supongamos que un tesista esté interesado en estudiar el tema de la educación
superior en su país. Como área temática ella parece clara y bien definida, y no
hay duda que dentro de la misma se pueden encontrar problemas bien
interesantes. Uno de ellos podría ser el del llamado "perfil
profesional" de los egresados, puesto que es conocido el fenómeno de la
poca adecuación que hay entre el mismo y las demandas que formula implícitamente
el mercado de trabajo. Nuestro estudiante pretende conocer por qué, a pesar de
la conciencia existente al respecto, las instituciones de educación superior no
han podido encontrar una respuesta que les permita ir adaptándose a las
exigencias cambiantes que reciben.
Llegado a este punto deberá
seguir una primera recomendación, elemental en sí pero no por ello menos
importante: tendrá que leer lo más posible sobre el tema -preferiblemente
guiado por alguna persona experta en la materia que lo ilustre sobre las
características de la bibliografía existente¬- y discutir, con quienes conocen
el área, sobre sus inquietudes y posibilidades de trabajo. Aquí, probablemente,
reciba su primera sorpresa, cuando encuentre que lo que él creía un campo de
trabajo bien preciso se le muestre en realidad como un agregado de innumerables
temas, cada uno de los cuales puede tener a su vez una bibliografía profusa.
Lo que es el perfil de un
egresado se compone a su vez de un conjunto de elementos a considerar:
conocimientos teóricos y prácticos, aptitudes, destrezas, modos de aproximación
a la realidad y hábitos de trabajo. Las demandas del mercado no son claras y
unívocas, sino que ellas varían con el tiempo y las profesiones, de acuerdo a
si son formuladas por el sector público o el privado, en relación al tipo de
empresas y, en general, en función de un sinnúmero de variables. Todo ello es
también relativo al tipo de institución considerada, pues el sector de la
educación superior no puede tomarse, casi nunca, como un todo homogéneo. El
tesista, comprende, pues, que no sólo habrá de conocer los temas estrictamente
vinculados a la educación sino, que tendrá que dominar, aun¬ que sea en parte,
el saber de otras disciplinas: economía, psicología, sociología, etc.
¿Qué hacer entonces? Se
impone, por supuesto, una redefinición de su problema. Resulta evidente que
éste no podrá ser abordado así, en términos generales, sino que tendrá que ser
de algún modo parcelado, porque exhibe -visto de cerca- una complejidad y una
extensión insospechadas. Hay quienes, llegados a este punto, se resisten a
delimitar el ámbito de sus estudios. Piensan, a veces mal asesorados, que en
tal caso perderían la indispensable visión del conjunto y que por tanto sus
resultados carecerían de todo interés y valor general. El argumento, aunque
parezca irreprochable, amenaza en realidad con llevarnos a un callejón sin
salida. No hay que perder de vista que una tesis representa una investigación,
no la totalidad de las investigaciones, y que nada se avanza negando la
realidad y tratando de tomar como único un problema de conocimiento que es de
hecho una síntesis de diversos problemas más concretos.
La solución no está tan
lejos, sin embargo, como parece. Consiste en tomar un sub-problema de los
mencionados y convertido entonces en el eje de nuestra indagación. Si el arqueo
de las fuentes y la discusión con personas expertas se ha hecho de un modo
sistemático, profundo, será relativamente sencillo encontrar el nuevo problema
a trabajar. Este podría pasar, por ejemplo, por definir una profesión
determinada, hallar el perfil básico de sus egresados y compararlo con las
tareas que ellos desempeñan luego de algunos años de graduados; o por el
estudio histórico pormenorizado del currículum de alguna carrera para poder compararlo
con la evolución sufrida por esa profesión, lo cual pudiera conocerse a partir
del examen de estadísticas globales, entrevistas a directores de personal o
estudio de manuales de cargos.
Son muchas las
posibilidades, como puede apreciarse, y lo importante es que el tesista se
concentre en algunas de ellas. No queremos hacer nosotros tal investigación, ni
abrumar al lector con un ejemplo que tal vez le resulte ajeno a sus estudios,
por lo que habremos de apuntar más bien algunas recomendaciones de tipo
general. Ellas, resumidamente, son las que siguen:
Tratar de escribir, en unas
pocas frases, lo que provisionalmente hemos definido como área de investigación
y problema a trabajar.
Buscar en bibliotecas y
otros centros de documentación la bibliografía existente al respecto. Hacer una
lectura rápida, aunque sea parcial, de la misma.
Consultar con profesores;
potenciales tutores y conocedores del tema con respecto a la forma de ir
perfilando mejor el problema de investigación.
Discutir, con quienes tengan
conocimientos de la metodología científica, la forma de precisar el problema y
de cerrar el campo, así como el posible método de la investigación.
Hacer uno o más papeles de
trabajo que vayan registrando los avances que se efectúen.
Una vez realizadas estas
tareas, que pueden seguir o no el orden indicado, es casi seguro que el tesista
alcance una claridad mucho mayor sobre el trabajo a desarrollar. En tales
circunstancias es conveniente que regrese otra vez a la bibliografía -que ya
irá conociendo mejor- para hacer una lectura más atenta, capaz de
proporcionarle:
Conceptualizaciones,
elementos teóricos y definiciones que le permitan caracterizar más
específicamente el problema en estudio.
Ciertos datos básicos
capaces de orientarlo acerca del comportamiento del fenómeno que estudia,
guiándolo eventualmente hacia la formulación de hipótesis verificables.
El estudiante,
naturalmente, para no perder la información que va adquiriendo, deberá ir
elaborando fichas o registrando del modo más ordenado posible el resultado de
sus indagaciones. Paralelamente, continuará con sus consultas, de modo que
pueda establecer ya un vínculo con quien vaya a ser el tutor de su trabajo.
Después de estas tareas, o
de un modo simultáneo si la experiencia del investigador así lo permite, podrá
enfocarse la elaboración de un primer documento de trabajo, más o menos
riguroso, que encuadre el trabajo científico a desenvolver. El mismo, que ahora
consideraremos, es el anteproyecto de investigación. Puede ocurrir, cuando no
se está trabajando como tesista, que tal documento no tenga el objetivo de ser
presentado formalmente ante alguna institución, puesto que la indagación se
esté haciendo independientemente. Aún en ese caso, sin embargo, es prudente que
el investigador anote para sí aquello que dé fundamental tiene un anteproyecto,
puesto que así tendrá una especie de programa de trabajo al cual recurrir en
momentos de duda o cuando requiera la asesoría de sus colegas o compañeros de
equipo.
7.2. EL ANTEPROYECTO O PRE-PROYECTO
Conviene que nos detengamos
con algún detalle en el examen de este peculiar tipo de trabajo científico, tan
importante para el quehacer de todo investigador y tan frecuentemente
solicitado dentro de las prácticas académicas y profesionales.
Investigar es, como se ha
visto, una tarea compleja y erizada de desafíos, que reclama un esfuerzo
intelectual considerable y sistemático. No se producen conocimientos nuevos con
la misma facilidad con que se elaboran nuevos bienes materiales en una línea de
montaje, puesto que no hay ningún procedimiento repetitivo que nos asegure la
obtención de conocimientos confiables y rigurosos. En tal sentido el método
resulta una simple guía indicativa, un punto de referencia y confrontación que
nos permite resolver ciertos problemas, avanzar cuando nos sentimos
desconcertados u organizar nuestra labor. Ello es evidentemente muy útil y
necesario, pero no es lo mismo que contar con un patrón o modelo fijo que nos
garantice de por sí que habremos de salir airosos en la difícil tarea de
conocer mejor la realidad.
Lo anterior es importante
para entender el sentido del tipo de trabajo científico al que nos estamos
refiriendo. El pre-proyecto, por eso, no se elabora después sino antes de
desarrollar una investigación. Su particularidad consiste, como queda indicado,
en que el mismo ayuda a prefigurar lo que serán las variadas y a veces ingentes
actividades que requiere una indagación científica. Es por lo tanto necesario
para organizar nuestras ideas, definir nuestras metas y elaborar un programa de
trabajo antes de emprender una acción que a veces puede resultar dilatada en el
tiempo y en el espacio.
El pre-proyecto tiene la
misión de anticipar, por lo tanto, algunas de las características esenciales
que habrá de tener la investigación a desarrollar:
El problema alrededor del
cual se plantea.
Los objetivos que, en
consecuencia, se trazan.
Los fundamentos teóricos
que la sustentan y, eventualmente, las hipótesis a verificar.
Las líneas generales de la
metodología a desplegar.
También suelen incluirse en
el mismo algunos antecedentes que fundamentan la elección del problema, la
bibliografía ya conocida y -en ciertos casos- algunos datos indispensables para
comprender el sentido mismo de la investigación que se va a efectuar.
Ya nos hemos referido, con
cierto detalle, a lo que representa plantearse un problema de investigación.
Hemos dicho que ello significa interrogarnos con respecto a aspectos de la
realidad que precisamente no se conocen. Cuando establecemos estos interrogantes
de un modo preciso, por escrito, vinculando las diversas facetas que
intervienen en la consideración de los mismos, podemos decir que hemos logrado
ya formular el problema de indagación que nos interesa. Esa formulación es,
comprensiblemente, parte esencial del anteproyecto.
Los objetivos
correspondientes a tal investigación tendrán que tener, necesariamente, una muy
estrecha correlación con el problema planteado: ellos expresarán los resultados
que se desean obtener al final de la misma y entonces traducirán, en forma
afirmativa, lo que expresaban las preguntas iniciales.
Así como en el
planteamiento de un problema puede haber un interrogante central y otros
secundarios, subordinados a éste, así también podremos hablar de un objetivo
principal y varios otros derivados del mismo. Al primero suele llamársele
objetivo general, y a los que de él dependen objetivos específicos. Puede haber
más de un objetivo general, así como varios objetivos específicos que denoten
el contenido particular de los generales. Es importante siempre que exista una
correspondencia entre ambos planos, de modo tal que la diferencia entre lo
general y lo específico señale una distinción en el nivel de abstracción en que
estamos trabajando. En ocasiones este proceso de ir trazando objetivos cada vez
más concretos puede implicar la definición de un tercer nivel de especificidad;
deberá hablarse entonces de objetivos sub-específicos o designados con algún
otro término semejante.
Si la investigación
planteada es de carácter explicativo, es decir, si se propone averiguar las
causas o condicionamientos de determinados fenómenos, nos veremos precisados a
elaborar una hipótesis, una proposición que exprese lo que suponemos provoca
los hechos que nos interesa explicar. Ella tendrá también una relación muy
directa con el problema planteado, pues será algo así como su respuesta
anticipada, la posible solución que creemos pueda satisfacer a las preguntas
iniciales. También se corresponderá de un modo estrecho con los objetivos de la
investigación, pues éstos deberán girar alrededor de la verificación de la
hipótesis. La ajustada relación entre estos tres elementos -los básicos de un
anteproyecto- pretende ser reflejada en el siguiente diagrama, que esperamos
sirva como un recordatorio de la necesaria complementación que hay que lograr
entre los mismos:
PLANTEAMIENTO
DEL PROBLEMA
(Lo
que se conoce acerca de la realidad)
OBJETIVOS
HIPÓTESIS
(Lo que se espera (lo que
suponemos
Llegar a conocer) explica
el problema)
Por
supuesto, no todas las investigaciones tienen este tipo de interrogantes: hay
otras que son aproximativas o exploratorias, y muchas que caben bajo la
denominación de descriptivas. En estos casos no tiene sentido formular una
hipótesis a verificar, por cuanto no se trata de lograr una explicación de los
fenómenos en estudio sino una descripción más o menos rigurosa de los mismos.
Por ello no es necesario ni conveniente lanzarse a buscar de un modo forzado
alguna hipótesis sino ubicar, en su lugar, una reflexión de tipo teórico que nos
indique el criterio con que habrá de realizarse la exploración o la
descripción, así como los supuestos -teóricos y prácticos- que permiten
formular el problema de investigación presentado.
La
relación entre los elementos del esquema precedente se entenderá mejor si
mostramos cómo se establece en el caso de un determinado ejemplo. Imaginemos
que el problema planteado es encontrar las causas que han llevado al
crecimiento relativo de la población ocupada femenina. El tema, de por sí
amplio, debe ser acotado para que resulte factible la investigación; el tesista
entonces, después de realizar lo indicado en el punto 7.1., escoge un aspecto
particular del problema inicial, de modo tal de reducir su campo de indagación
aunque conservando, en principio, la posibilidad de encontrar claves para
comprender la situación en su conjunto. Supongamos que la solución haya sido
interrogarse acerca de la incorporación de la mujer con educación superior al
sector servicios de la economía (de un determinado país o región). El
planteamiento del problema podrá quedar como sigue:
Hasta
qué punto el acceso de la mujer al sistema de educación superior ha llevado a
un incremento de su participación dentro del sector servicios de la economía de
la región XX.
Por
supuesto, en un anteproyecto real no debiéramos limitamos a esta sola pregunta,
ni estaremos obligados a presentar el problema en forma interrogativa. Es
preferible en cambio hacer una exposición breve, con o sin preguntas
explícitas, que nos muestre la idea principal que acabamos de anotar junto con
las ideas subordinadas que explican y dan contornos más precisos a la misma.
Pero, entendido esto, continuemos ahora con los objetivos que podría tener la
investigación. De acuerdo a lo anterior los objetivos generales se definirían
así:
OBJETIVOS
GENERALES:
1.-
Analizar la incorporación de la mujer a la educación superior en la región XX.
2.-
Determinar la evolución de la estructura ocupacional del sector servicios,
teniendo en cuenta particularmente la participación femenina en el mismo.
Note
el lector que hemos determinado dos objetivos generales, uno para cada una de
las principales variables que intervienen en el problema planteado. En una
investigación concreta habría que delimitar además un lapso temporal específico
para precisar esa evolución de la que hablamos y; lo más importante, agregar un
tercer objetivo, referido a la forma en que verificaremos cómo una variable
afecta al comportamiento de la otra. Los objetivos específicos se referirán a
los generales, como ya decíamos. Ello podrá hacerse, por ejemplo, del siguiente
modo:
OBJETIVOS
ESPECÍFICOS:
1.1.-
Determinar el porcentaje de estudiantes y egresadas femeninas de las distintas
carreras de la educación superior.
1.2.-
Comparar la evolución de dichos valores con los correspondientes a la población
total en educación superior.
2.1.
Conocer la participación de la población femenina en el sector servicios de
modo global y para cada una de las principales ramas de actividad del mismo.
2.2.
Determinar la participación femenina en el sector servicios según categorías
ocupacionales, escala salarial y funciones desempeñadas.
Como
se apreciará, hemos definido en este caso dos objetivos específicos para cada
uno de los generales, como una forma más concreta de plantear los mismos. Cada
uno de ellos, a su vez, podría seguir siendo especificado, con lo que
llegaríamos así hasta la definición estricta de las variables a medir y de los
indicadores que permitiesen observar su comportamiento efectivo. No es
necesario, sin embargo, llegar a tal grado de detalle en un anteproyecto. Para
concluir veamos cómo se expresaría nuestra hipótesis:
El
acceso de la mujer a la educación superior ha llevado a un incremento de su
participación dentro del sector servicios de la economía regional.
Obsérvese
el modo estrecho en que nuestra hipótesis se corresponde tanto con la idea
central del problema formulado como con los objetivos generales propuestos.
Esta hipótesis general se puede desglosar aún más, naturalmente, llevándola al
nivel de concreción de los objetivos específicos. De ese modo se establecen
hipótesis operacionales que pueden referirse, en nuestro caso, a lo que
suponemos será la inserción de la mano de obra femenina según sectores de
actividad particulares, categorías ocupacionales, etc.
Cabe
recordar que un anteproyecto es un documento breve, un primer papel de trabajo
que permite identificar y encauzar una investigación en gestación. Por ello
ninguno de los elementos más arriba mencionados tiene que ser una larga y
detallada exposición. Los antecedentes deben ser apenas los indispensables para
situarnos en el problema; es preciso explicar en esa sección qué se ha
investigado hasta ahora en relación a nuestro tema de estudio, intentando
destacar, por cierto, el modo en que nuestro trabajo puede significar un
enriquecimiento de los conocimientos existentes y no una mera repetición de
trabajos anteriores. Cuando se expone además el interés o utilidad que pueden
llegar a tener los resultados esperados, o se explica por qué nos preocupa especialmente
el problema elegido, suele abrirse otra sección, la llamada justificación. Los
antecedentes y la justificación de un anteproyecto -lo mismo es válido para un
proyecto- suelen colocarse al comienzo del mismo, pues cumplen funcionalmente
el mismo papel que en otros casos desempeña la introducción.
Luego
de los antecedentes y de la justificación se pasa a plantear, directamente, el
problema a investigar. Ello también se hace de un modo breve, aunque no
simplemente enunciando una frase o una pregunta, sino explicando sucintamente
el sentido del mismo. Puede continuarse luego con la exposición de los
objetivos que se han fijado y con la presentación de las hipótesis. Antes de
ello, sin embargo, conviene agregar una breve sección donde se expongan los fundamentos
teóricos que sustentan el problema. No se trata de elaborar un completo marco
teórico, con todos los detalles que tal cosa supone, sino de informar al lector
de las bases conceptuales de las que partimos, de los autores, teorías o
proposiciones generales dentro de las cuales situamos nuestro trabajo de
indagación.
La
sección referente a la metodología normalmente contiene una formulación
esquemática del procedimiento general a desarrollar para probar las hipótesis o
realizar la descripción. Es importante, sobre todo, especificar el tipo básico
de diseño a emplear, indicando si será bibliográfico o de campo, si se
realizará un experimento, encuesta u otro tipo de trabajo específico. Puede
hacerse algún señalamiento con respecto a las técnicas de recolección o de
análisis de datos, pero sin entrar en mayores detalles.
La
bibliografía será igualmente una indicación somera del tipo de lecturas ya
efectuado, en curso de realización o que se prevé efectuar próximamente. En
todo caso en un anteproyecto valen mucho más la concisión; la rigurosidad de
expresión y el esfuerzo de síntesis que las minuciosas explicaciones o las
digresiones que nos apartan del hilo conductor fundamental. Ya habrá ocasión de
incluir todo esto en el proyecto de investigación o en el informe final sobre
la indagación.
No
existe un modelo único, universalmente aceptado, respecto al orden en que deben
aparecer las diferentes secciones de un anteproyecto. Tentativamente
indicaremos al lector una secuencia de sus diferentes partes, advirtiendo que
ellas pueden disponerse de otras maneras según las necesidades específicas de
cada caso y de acuerdo a las normas de presentación que haber:
1.-
Justificación y/o antecedentes
2.-
Formulación del Problema
3.-
Elementos Teóricos que Fundamentan la Investigación
4.-
Objetivos Generales y Específicos
5.-
Hipótesis (si fuese necesario)
6.-
Metodología
7.-
Plan de Trabajo y/o Cronograma de Actividades
8.-
Bibliografía
Los
cambios más frecuentes dentro de este orden son los siguientes: los "elementos
teóricos" pueden colocarse a veces después y no antes de los objetivos;
pueden situarse también luego de las hipótesis, como una forma de explicar o de
dar pleno sentido a las mismas; la justificación puede redactarse junto con el
mismo planteamiento del problema, sin transición. En fin, como se comprenderá,
son diversos los ajustes que es posible hacer al esquema expositivo precedente
de modo de adecuarlo mejor a necesidades específicas.
Es
frecuente que los estudiantes se interroguen, sin encontrar respuesta, acerca
del tamaño que se considera adecuado para un anteproyecto. Si bien es
aventurado fijar un límite físico de páginas, pues son increíblemente diversos
los casos que suelen presentarse, nuestro criterio personal sugiere que un
adecuado pre-proyecto no debe superar un límite de, digamos, unas diez
cuartillas, pudiendo ser considerablemente menor.
Ya
hemos señalado que un anteproyecto es simplemente un esbozo previo a una labor
de investigación. Debe; por lo tanto, cumplir una función de guía, de
indicación sumaria, como una especie de armazón a enriquecer y desarrollar
mediante el trabajo posterior. En ningún caso, por lo tanto, conviene tomarlo
como un esquema rígido, como si fuera una normativa a la que necesariamente nos
tenemos que apegar. No se trata, naturalmente, de escribir un pre-proyecto y
luego dejarlo de lado mientras se continua desordenadamente en la búsqueda de
datos y de material bibliográfico; pero tampoco puede caerse en el extremo
opuesto y, olvidando su carácter necesariamente flexible, perder la
imprescindible libertad de elección tan necesaria en toda indagación.
7.3.
EL PROYECTO DE INVESTIGACION
Si
el lector nos ha seguido hasta aquí, en la exposición de las características
fundamentales de lo que es un anteproyecto, entenderá sin mayores obstáculos en
qué consiste un proyecto de investigación. Se trata, básicamente, de un
documento que consta de las mismas secciones que el anterior, ordenadas
prácticamente de la misma forma, pero que se desarrolla de un modo bastante más
riguroso y completo.
Un
proyecto de investigación es el plan definido y concreto de una indagación a
realizar, donde se encuentran especificadas todas sus características básicas.
Aparecen en el mismo, por lo tanto, algunas secciones que habitualmente no se
incluyen en un anteproyecto, pero que dan una idea más acabada del trabajo
práctico a desplegar. Así tendremos, respetando un orden habitual:
Antecedentes
y Justificación del Problema
Planteamiento
del Problema
Objetivos
(generales y específicos)
Elementos
del Marco Teórico
Hipótesis
(si fuesen necesarias)
Metodología
a Desarrollar (que puede incluir información acerca de técnicas de recolección
y/o de análisis)
Recursos
Necesarios y Presupuesto
Plan
de Trabajo y Cronograma
Bibliografía
Puede
incluirse también una breve reseña de los avances ya logrados hasta el momento
en el proceso de investigación. Las secciones relativas al planteamiento del
problema, el marco teórico y la metodología son, habitualmente, bastante más
completas que en el caso de un pre-proyecto; las hipótesis y los objetivos se
definen, en lo posible, con mayor rigurosidad, empleando una terminología más
exacta.
Para
evitar una interpretación demasiado rígida de lo que son los documentos que
venimos describiendo conviene recordar que ambos, en última instancia, no son
más que papeles de trabajo sucesivos que se van escribiendo a medida en que una
investigación cobra forma y se define. Como tales, son planes provisionales,
factibles de modificar, que representan avances particulares de un proceso que
en definitiva es dinámico, continuo. Pueden hacerse por eso más de un
anteproyecto o de un proyecto para un mismo trabajo; puede también,
eventualmente, prescindirse de alguno de tales escritos. Lo importante, claro
está, es que el investigador posea una idea clara y definida de lo que va a
realizar, que no proceda a leer, recoger datos, o procesar información de una manera
caótica, sin saber en el fondo lo que está buscando. Y decimos esto no por
poseer un afán normativo mal entendido, que convierte a la metodología en una
camisa de fuerza para la creatividad del investigador o el tesista, sino por
obvias razones de eficiencia. El trabajo intelectual -y en esto no se diferencia
de cualquier otro trabajo- requiere de disciplina y de orden para alcanzar los
mejores resultados y para evitar inútiles esfuerzos que desperdician las
energías de quien lo emprende.
Es
necesario advertir, por otra parte, que los documentos mencionados son casi
siempre exigidos por los consejos o comités que formalizan los trabajos de
tesis, así como también por las instituciones que patrocinan, financian o
avalan de algún modo la práctica investigativa.
Pasar
de un anteproyecto a un proyecto de investigación es una tarea que resulta
relativamente sencilla si se van realizando, de un modo sistemático, algunas
tareas normales dentro de un proceso de indagación. Entre las mismas podemos
mencionar a las siguientes:
a)
La lectura organizada de la bibliografía existente. Esto nos posibilita
avanzar, a la vez, en varias direcciones. Por un lado nos permite ir
redefiniendo, con más exactitud, el previo planteamiento del problema, puesto
que la lectura nos orienta respecto a lo que ya han realizado otros
investigadores, indicándonos que conocimientos son aceptados como sólidos y
cuáles siguen abiertos a la discusión. También nos permite realizar análisis
comparativos con respecto a los objetivos trazados y efectivamente alcanzados
en otras oportunidades por distintos equipos de trabajo. Del mismo modo, una
revisión acuciosa de la bibliografía nos sitúa en inmejorables condiciones para
reelaborar, precisar y concretar lo que se denomina el marco teórico de la
investigación y, por lo tanto, todo lo relativo a las posibles hipótesis a
verificar. Hemos comprobado que, en la práctica, muchos estudiantes y
profesionales no logran elaborar buenos proyectos de investigación por una
razón muy sencilla: no conocen lo suficiente sobre la temática que se han
planteado. No es por falta de conocimientos o de destrezas metodológicas que,
entonces, se falla muchas veces, sino porque se olvida algo tan elemental como
eso, que para hacer un aporte al conocimiento científico sobre un problema es
preciso conocer a fondo el mismo, situándose virtualmente en lo que podríamos
denominar la frontera del saber existente.
b)
La búsqueda de datos. Por supuesto, en este sentido no cabe hablar de un
trabajo sistemático: éste sólo debe emprenderse después, cuando ya la
investigación haya cobrado una forma más o menos definitiva. Pero, entretanto,
no es para nada inútil ir acopiando cierta información, pues ésta nos permite
prefigurar de algún modo el cuadro de lo que serán los datos finales a
analizar. Es importante, en todo caso, hacer un inventario de las fuentes
disponibles, de la calidad y cantidad de información a nuestro alcance y de las
posibilidades efectivas de ampliarla con los recursos disponibles. Además
resulta conveniente, sobre tales bases, ensayar de algún modo la forma en que
habrá de realizarse el procesamiento y análisis de los datos.
c)
La consulta con personas capaces de orientarnos metodológica y conceptualmente.
No hay que olvidar que si el anteproyecto es un documento altamente
provisional, sujeto a todo tipo de modificaciones, el proyecto de investigación
es en cambio algo de carácter más acabado, que debe tomarse en cuenta con más
atención. Es por ello muy importante que, en tanto vayamos dando forma a
nuestra investigación, contemos con una asesoría clara y efectiva. De allí la necesidad
de contar con la figura de un tutor, en el caso de todo tipo de tesis, o de
discutir colectivamente -en equipos de trabajo- cualquier proyecto que se
emprenda en institutos o centros de investigación. En tales consultas deben
tenerse en cuenta tanto los aspectos sustantivos, que se refieren al contenido
de la investigación a desarrollar, como los propiamente metodológicos, es decir
aquéllos que tienen relación con la coherencia interna y con el diseño de la
indagación. Por ello es apropiado, muchas veces, realizar conversaciones con
una variedad de personas, puesto que es raro encontrar en una sola toda la
amplia gama de conocimientos y aptitudes necesarias para una correcta
orientación.
En
relación a la importancia de tales consultas deseamos relatar lo que hemos
observado muchas veces, y que nos ha parecido bien denominar "paradoja del
ajedrecista". El lector tal vez haya tenido ocasión de ver alguna partida
de ajedrez que juegan otras personas, analizando aunque sea superficialmente
los movimientos de los contendores. Recordará así qué fácil es darse cuenta de
los errores de los jugadores, aunque se trate de ajedrecistas de mejor
calificación que el observador. Pero, en cuanto se truecan las circunstancias y
estamos ya directamente frente al tablero, con la responsabilidad por cada
jugada que realizamos, nuestro entendimiento parece trabajar de un modo algo
inferior: somos nosotros los que ahora tenemos que elegir y; por lo tanto, los
que inevitablemente cometemos los errores. De la comparación con lo que allí
sucede puede el estudiante, y hasta el investigador más experimentado, sacar
útiles enseñanzas.
d)
La reflexión sistemática sobre el trabajo a realizar. No debe olvidarse que un
proyecto se realiza para ser efectivamente ejecutado. Es por eso necesario que
el investigador se plantee concretamente la viabilidad de lo que postula en sus
páginas, tanto en lo que se refiere a su coherencia interna como en relación a
sus posibilidades reales de ejecución práctica. Es importante también que
reflexione creativamente sobre el problema que se ha planteado, examinando las
diversas posibilidades teóricas, las variadas facetas del problema, la posible
respuesta a los grandes y a los pequeños interrogantes que van surgiendo.
Si
se va leyendo, buscando información, consultando a quienes saben y reflexionando
sobre el problema que nos hemos planteado se estará en condiciones de elaborar,
en un plazo relativamente breve, un buen proyecto de investigación. El mismo
podrá estar próximo o alejado de las ideas iniciales pero, en síntesis,
representará una aproximación bien significativa a la meta buscada.
Para
la redacción de un proyecto deben tomarse las mismas precauciones, en cuanto al
lenguaje, que ya se mencionaban más arriba. La claridad, la precisión y la
ausencia de innecesarios adornos son fundamentales, al menos en las secciones
básicas del mismo: planteamiento del problema, objetivos, hipótesis,
metodología.
Debido
a la mayor amplitud de los temas a tratar, un proyecto resulta un documento
bastante más amplio que un pre proyecto. No podemos dar aquí una indicación
mucho más precisa al respecto, porque son variadas las posibilidades existentes
y porque los usos de las instituciones suelen ser divergentes: hay casos en que
sólo se exige un papel de trabajo preciso y claro, que puede ocupar apenas unas
diez o quince cuartillas; otros, en el extremo opuesto, en que se pide al
investigador un inventario casi completo, de los elementos que constituyen la
investigación final, salvo naturalmente los datos y su análisis. No compartimos
realmente esta última posición, porque ella olvida que gran parte del
conocimiento que se obtiene en una indagación no puede ser nunca efectivamente
previsto o planificado, ya que surgen siempre nuevos puntos a analizar a medida
que se van conociendo los datos. También sucede, como veremos más adelante, que
es sólo en el momento de escribir que el tesista comprende efectivamente el
alcance y la calidad de la información obtenida. Por ello recomendamos una
posición más flexible, que no obligue a destinar innecesarias energías a la
redacción de lo que no es el informe final del trabajo.
De
la misma manera, los proyectos pueden variar de acuerdo a la magnitud de los
recursos que los mismos comprometan. No es lo mismo prefigurar una
investigación bibliográfica, a realizar de modo individual, que proyectar un
trabajo en el que se vaya a emplear un instrumental costoso, múltiples
asistentes y ayudantes de investigación, ejecutándose una acción dilatada
temporal o geográficamente. De allí que en estos casos convenga desarrollar con
todo cuidado algunas de las secciones que mencionábamos al inicio de este
punto: presupuesto, recursos materiales y humanos, cronograma, plan de trabajo,
etc. En otras ocasiones, sin embargo, sólo habrá necesidad de expresar muy
breves indicaciones al respecto. El buen criterio y la experiencia previa de
quien realice el proyecto podrá resolver estas cuestiones con relativa
facilidad.
Para
concluir, daremos unas breves indicaciones de lo que se espera de las secciones
más prácticas de un proyecto, aquéllas que acabamos de mencionar. Un plan de
trabajo es, en esencia, un complemento a la metodología: equivale a una reseña
de las actividades que se irán desarrollando sucesivamente, indicando las ya
completadas, las que están en vías de ejecución y el orden de las que resta
efectuar. Es sumamente útil para los casos de investigaciones de laboratorio o
de campo, en especial cuando involucran acciones muy variadas o que se
interrelacionan fuertemente entre sí. Cuando el mismo se presenta gráficamente,
de un modo resumido, indicando los plazos previstos para la ejecución de cada
tarea, suele llamarse cronograma.
Si
la indagación proyectada requiere de una variedad de recursos materiales y
humanos es conveniente que el tesista o el investigador incluyan una lista detallada
de los mismos. Habrá que especificar en ella: los equipos, material de
laboratorio, instrumentos y reactivos que se necesitarán; los útiles y
materiales de oficina, así como los gastos que tienen relación con la
publicación del informe; los libros y revistas que es preciso adquirir, así
como los elementos necesarios para el registro de la información; los locales
requeridos o disponibles; los recursos humanos: personal administrativo, investigadores,
asistentes y ayudantes, etc. También es conveniente hacer referencia a los
viajes previstos y a los viáticos que ellos implican. Cuando sea necesario -y
ello es obvio en el caso de solicitudes de financiamiento- deberán
cuantificarse con cierta precisión todos los costos que se asocien al uso de
los recursos a emplear. La lista sistemática de los mismos es el presupuesto de
la investigación, que debe distribuirse además temporalmente, indicando las
fechas probables en que las distintas sumas se irán necesitando.
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