jueves, 28 de enero de 2016

Algunas consideraciones para el trabajo con grupos

Algunas consideraciones para el trabajo con grupos
Voy a exponer a continuación cuatro ideas, a la manera de definiciones, que considero de gran importancia para el trabajo con grupos.
1.- La primera de ellas la podemos expresar de la siguiente forma:
"El proceso grupal no puede ser leído, sólo puede ser comentado".
Lo que quiero decir al establecer esta distinción entre lectura y comentario es que no existe un texto único y correcto que pueda enunciarse a partir de la observación de un grupo en funcio-namiento, ni siquiera para un mismo marco teórico, sino que existe una multiplicidad casi infinita de textos que pueden producirse a partir de la observación del grupo, sin que ninguno de ellos pueda ser nunca completo ni suficiente.
Por este motivo considero más correcto denominar a nuestras observaciones sobre grupos "comentarios" y no diagnósticos o lecturas.
Existen, por supuestos fenómenos que sí pueden ser leídos, a condición de que acordemos un marco científico común para esa lectura. Por ejemplo, el disparo de un proyectil puede ser "leído" desde un marco físico-matemático, de modo tal que la expresión escrita de todas las condiciones físicas inherentes al fenómeno permite a otro lector que conozca el lenguaje matemático repetir la experiencia con una precisión casi absoluta. Gracias a esto es que podemos en-viar una nave al espacio tantas veces como queramos, eligiendo cada vez la trayectoria y el destino con un margen de error casi despreciable.
Los procesos sociales, en cambio, responden a una dinámica de la complejidad y la probabili-dad (asimilable a la de los sistemas complejos alejados del equilibrio o a los sistemas termodi-námicos). Esto imposibilita su reducción a una lectura simple y completa.
Además la descripción de un hecho social exige un otro hecho social que es la relación entre el observador y el hecho observado, de modo tal que esa descripción se transforma en un fenó-meno autorreferencial, esto es, una situación tal en que el observador no puede hablar de lo que ve sin incluirse a sí mismo. La consecuencia de esto último es un enunciado tautológico y subjetivo que no puede ser demostrado ni verificado de forma unívoca.
Dicho de un modo más intuitivo, resulta imposible expresar en un lenguaje técnico el proceso de un grupo, de modo tal que un observador que no lo haya presenciado pueda formarse una idea clara y sin ambigüedades de lo que efectivamente sucedió en el grupo, o que pueda, por ejemplo, repetir una situación idéntica o aunque sea una muy aproximada.
De modo que nuestras expresiones sobre un fenómeno social, desde la perspectiva de las ciencias sociales, se constituyen en comentarios sobre ese fenómeno y no excluyen la posibilidad de una enorme multiplicidad de otros comentarios que pueden también ser enunciados sin conflictos, y aún de comentarios de sentido opuesto al nuestro que sin embargo pueden coexistir y mejorar aún la comprensión del hecho.
Voy a ejemplificar sobre esto último: puede ocurrir que, frente a una situación social que es-tamos comentando, alguien enuncie que uno de los sujetos, llamémosle "A", actúa de un modo particular frente al resto porque desea hacerlos sufrir a fin de que comprendan que están obrando mal con "A". Puede ocurrir, sin embargo que otro participante de esta conversación exprese que desde su punto de vista, lo que "A" pretende con su comportamiento es proteger al resto impidiendo que se expongan a sufrir por sus acciones (a la manera del tango "Confesión" donde el guapo hacía sufrir a la chica para que ésta comprendiera que él no le convenía).
Estas dos apreciaciones, aparentemente excluyentes desde una perspectiva de lectura 'diagnóstica' del hecho social, pueden en cambio ser consideradas como comentarios que enriquecen nuestra visión de la interacción entre "A" y el grupo, ya que en los fenómenos sociales es absolutamente posible (y además frecuente) que las acciones comunicativas estén multide-terminadas. Puede ocurrir que una persona esté protegiendo a otra al mismo tiempo que se está vengando de tener que protegerla, y donde la protección misma que se está brindando puede ser el castigo que se infringe.
2.- La segunda idea que deseo exponer la enunciaré así:
"Nuestro modo de intervenir en el trabajo con grupos consiste en formular comentarios."
Para conversar acerca de este enunciado es necesario acordar previamente un sentido amplio para la noción de "comentario". Lo que estoy proponiendo es que toda acción comunicativa de cualquier orden realizada en una situación social adquiere el valor de un 'comentario', esto es, adquiere significado un para los participantes, quienes establecerán relaciones entre ese "comentario", los sucesos grupales, la propia posición en el grupo y con quien formuló el comen-tario, la relación del mismo con las expectativas propias en cuanto al proceso futuro, con las expectativas que atribuimos al que realizó el comentario, etc.
De este modo cualquier acción u omisión, sea esta verbal o no, adquiere para los miembros del grupo el valor de un comentario que debe ser situado, evaluado, considerado y eventual-mente respondido.
Podemos afirmar entonces que los comentarios realizados en un grupo ejercen sobre ese grupo alguna clase de acción. De hecho el fenómeno grupal se va construyendo como resultado de un proceso comunicativo que, siguiendo con nuestra idea, consiste en comentarios que son a su vez recomentados y que van abriendo la posibilidad de nuevos significados y prácticas sociales. Algunos de éstos significados y prácticas se irán amplificando de manera recurrente hasta constituirse en reglas que le darán identidad y coherencia al grupo en su accionar.
A su vez estas reglas establecen también el modo y oportunidad en que los comentarios pue-den ser realizados y cuáles son los que no deben ser formulados de ninguna manera. También se establecerá el modo en que esos actos comunicativos deben ser interpretados. Así los comentarios de los miembros de un grupo son instituyentes del proceso grupal al tiempo que son instituidos por este.
Entonces, en nuestro trabajo con grupos lo que hacemos es formular comentarios acerca del proceso grupal en alguno de sus aspectos o sobre los miembros del grupo o sobre el contexto. De este modo ejercemos una acción sobre el grupo toda vez que nuestros comentarios se transforman en perturbaciones que deben ser procesadas por los integrantes a partir de la confrontación con las reglas sociales que lo rigen, con las historias individuales de los miembros y con las circunstancias actuales del grupo.
Está claro que para formular estos comentarios, o quizás mejor, para elaborarlos, debemos disponer de un lenguaje, de un sistema de conceptualización para referirnos a los fenómenos grupales que nos interesan de una manera sistemática. Pero en todo caso tendremos siempre en claro que este lenguaje es un paradigma y sólo uno de los tantos posibles.
Nuestro paradigma deberá tener una consistencia epistemológica, que en nuestro caso res-ponde al modelo sistémico, pero en su aplicación al grupo debemos tener muy en claro que no estamos dando cuenta de la epistemología del grupo sino sólo metaforizando acerca de él. Estamos construyendo una analogía instrumental y lingúística dirigida sólo a organizar la acción. Esto nos diferencia de los modelos objetivistas basados en criterios diagnósticos y taxonómicos para los cuales el nombre de las cosas es indivisible de la naturaleza de las cosas.
Hagamos un pequeño paréntesis en nuestro razonamiento y pensemos durante un minuto cuáles son las finalidades de los grupos sociales humanos.
Podemos decir que los grupos humanos se formulan objetivos que tienen que ver con la satisfacción de necesidades de sus miembros. Para cumplirlos, el grupo, en términos muy genera-les, adopta dos géneros de estrategias: estrategias de permanencia, de refuerzo de la estabilidad, de inamovilidad de las reglas grupales o bien estrategias de cambio, de revisión de las reglas, de transformación de la organización grupal (algunos autores denominan a estos pro-cesos como morfostasis en el primer caso y morfogénesis en el segundo).
En determinados momentos el grupo necesita, para resolver sus conflictos o para cumplir sus objetivos, reforzar las reglas que lo rigen, afianzar sus prácticas comunicativas habituales, convalidar los roles y vínculos.
En otras ocasiones, en cambio, las reglas históricas del grupo pueden ser insuficientes para los fines propuestos o para la resolución del proceso grupal. Entonces el grupo deberá revisar sus patrones organizativos, deberá redefinir parcialmente sus roles y vínculos y deberá adaptar sus prácticas comunicativas a las nuevas necesidades.
Ambas tendencias grupales, estabilidad morfostática y transformación morfogenética, coexis-ten todo el tiempo en los procesos sociales de una manera muy compleja y a veces paradojal, sin embargo podemos decir que en ocasiones una de ellas predomina claramente sobre la otra. En nuestro trabajo deberemos poder inferir en qué momento de su proceso es útil para un grupo transformarse y en qué momento es útil sostener y reforzar su estabilidad.
3.- Volviendo ahora a nuestra línea de razonamiento anterior, podemos enunciar la tercera idea:
Nuestras intervenciones (comentarios) en un grupo podrán favorecer o bien la trans-formación o bien el refuerzo de los significados y prácticas sociales que lo organizan.
En otras palabras, cada vez que ejercemos una acción comunicativa en el marco de un grupo social esa acción tendrá un efecto sobre las reglas que regulan el proceso grupal. Esa acción podrá ser reforzadora de dichas reglas o por el contrario podrá ser transformadora de ellas.
Si aceptamos esta afirmación tendremos entonces en un sentido muy general dos tipos de ac-ciones posibles en el trabajo con grupos: podremos realizar intervenciones con las cuales in-tentamos transformar las reglas grupales en determinado momento mientras que en otro intervendremos con la intención de reforzar esas reglas. Ahora bien, si recordamos nuestro concepto de la intervención en un grupo como "comentario", advertiremos que nuestra acción en el grupo no es "mecánica", no podemos activar interruptores que produzcan el efecto exacto que deseamos (afortunadamente), sólo podemos poner a rodar nuevos significados y prácticas que el grupo reprocesará ('recomentará') de manera compleja, múltiple y circular para produ-cir como resultado acciones colectivas y efectos individuales que podrán en última instancia ser referidos como un cambio o como un refuerzo de los significados y prácticas que organizan el grupo.
Por todo ello nuestro accionar en el grupo adquiere una forma mucho más compleja: ejerce-remos acciones con intención transformadora, con intención de refuerzo o sin una intención específica, pero el grupo hará con ellas lo que cada vez pueda, que no siempre coincidirá con nuestras intenciones.
Los procesos grupales están siempre multideterminados y sobrederminados. Esto es, un efecto obedece siempre a un sistema de causas múltiples, lo que dicho de otro modo significa: no basta una sola acción para producir un cambio. Por este motivo, cuando deseamos explorar con un grupo una alternativa de cambio deberemos disponer nuestras intervenciones en el marco de una estrategia completa y no sólo ejercer una acción aislada para lograrlo. Deberemos desplegar una estrategia donde vayamos preparando la disposición al cambio del grupo, amplificando los factores de cambio existentes y realizando acciones múltiples que favorezcan la construcción colectiva de una alternativa posible de cambio para ese grupo en ese momento.
La pregunta que podemos formularnos es ¿cómo decidir si vamos a encarar con un grupo una estrategia dirigida a facilitar el cambio de la organización grupal o si por el contrario debemos orientar nuestras acciones al refuerzo de la estructura?
Algo que puede ayudarnos es preguntarnos junto con el grupo: ¿Es esta la mejor forma de organización para el cumplimiento de los objetivos o la solución de los problemas del grupo en este momento?, ¿nos facilita los recursos que necesitamos?, ¿qué aspectos de la organización grupal podríamos cambiar y cuáles deberíamos reforzar para facilitar el cumplimiento de nues-tros fines?.
Dependiendo de cuáles sean las respuestas a estas preguntas podremos encarar estrategias de cuestionamiento y cambio o estrategias de refuerzo de la organización grupal o aún estrategias de exploración que nos permitan descubrir junto con el grupo los cursos de acción posibles para lograr los fines propuestos.
4.- Podemos pasar ahora al cuarto y último enunciado que queremos exponer aquí:
Nuestras acciones y comentarios en los grupos son resultado de una elección perso-nal y esa elección emerge de la intersección entre nuestra subjetividad histórica y el proceso social en que estamos comprometidos en ese momento.
Lo que deseo expresar es que ante cada situación grupal a la que nos enfrentamos se nos abre una gama de acciones posibles entre las cuales elegimos. Ahora bien, esa gama de acciones es personal y diferente para cada individuo y surge a partir de nuestra apreciación del proceso grupal, de nuestra forma de significarlo.
La forma en que significamos nuestras experiencias está íntimamente relacionada con la historia que hemos vivido, con los aprendizajes que cada uno de nosotros ha realizado, y no importa cuán objetivos deseemos ser, siempre estará nuestra subjetividad histórica influyendo en el foco de nuestra atención, en la jerarquización que hacemos de nuestras percepciones e ideas, en el color emocional y la intencionalidad de nuestras acciones.
Pero así como es imposible ubicarse en un polo de objetividad perfecta, también es imposible pensar la experiencia humana como completamente subjetiva, desde que somos sistemas semiabiertos: disponemos de una compleja interfase sensorial con el mundo que nos hace sensi-bles al contexto, de modo tal que siempre estaremos siendo influidos por las acciones comunicativas de otros.
Las acciones de los miembros de un grupo responden a sistemas complejos de significados y prácticas sociales que las organizan que podemos describir en términos de "reglas grupales", por lo que podemos afirmar que nuestras acciones en grupos (incluyendo aquí las acciones cognitivas) estarán siempre en relación con la intersección que se produce entre nuestra historia y las reglas grupales.
Al mismo tiempo estas acciones están sujetas a correcciones por ensayo y error según la respuesta que apreciamos que el grupo nos da, con lo cual se constituyen en un proceso creativo adaptativo y constructor del espacio social. Un proceso adaptativo multidimensional en cuanto que coparticipan de él todos los miembros del grupo generando una multiplicidad de intersec-ciones personales e interpersonales, algunas de las cuales se van amplificando y reiterando para constituir la identidad particular del proceso grupal.
Veamos un ejemplo práctico. Supongamos que el responsable de un grupo de trabajo, llamé-mosle "A", proviene de una familia en la cual, algunas generaciones atrás, ocurrieron hechos de discusión y confrontación que provocaron violencia y sufrimiento a las personas implicadas. Supongamos también que los padres de "A", sensibilizados a esos hechos, inculcaron a "A" la idea de que las discusiones son peligrosas y generan sufrimientos y que por lo tanto debe evi-tarse a toda costa la confrontación interpersonal. Como consecuencia de este aprendizaje "A" se ha ido conformando como una persona cortés y amable que prefiere ante todo no discutir, aún a costa de no defenderse y perder, en muchas ocasiones, cosas valiosas para él.
Cuando se constituyó el mencionado equipo de trabajo, "A" propuso a través de sus actitudes y comentarios las pautas de cortesía y prudencia con las cuales había vivido y bajo las que se sentía protegido. El grupo aceptó estas reglas, pues en una etapa inicial de conocimiento y toma de confianza es una norma cultural casi general que se mantenga esta actitud de no confrontación.
El tiempo pasó y los miembros del grupo trabaron un conocimiento más íntimo al tiempo que las exigencias y tensiones del trabajo fueron aumentando la intensidad de las interacciones, hasta que en cierta oportunidad surgió un conflicto de opiniones entre algunos integrantes. Cuando "A" advirtió que estaba ante el peligro de una confrontación, reaccionó con un profundo temor a la temida confrontación violenta, aunque en un plano conciente se dijo a sí mismo que el conflicto en ciernes constituía un riesgo para la eficiencia en la tarea y que "objetiva-mente" convenía evitarlo.
Así fue que "A" hizo todo lo posible para reforzar la regla de cortesía y no-confrontación que el grupo había instituido por la práctica desde los primeros momentos. Sus comentarios y accio-nes estuvieron dirigidas a que no se hablara del problema y a que no existiera en ningún mo-mento un contexto que favoreciera el surgimiento explícito del conflicto.
Ocurrió lo de siempre: la tensión fue en aumento, se produjeron subgrupos, alianzas y coaliciones mas o menos ocultas y como consecuencia de todo ello la tarea comenzó a resentirse al tiempo que crecía el malestar entre todos.
Finalmente "A", aconsejado por terceros, decidió que era imprescindible dar tratamiento explícito al problema. No sin temores ni incertidumbres reunió a su equipo y propuso hablar acerca de aquello que todos sabían pero que nadie mencionaba más que en corrillos secretos.
La discusión fue tensa y requirió varios encuentros generales y de "A" con las partes, pero finalmente y gracias al esmerado trabajo de mediación de "A" se acordaron soluciones prácticas, pero además se instituyó una reunión periódica del equipo para tratar los problemas entre sus miembros, en las cuales los problemas que fueron surgiendo fueron tratados con mayor o menor éxito.
Podemos decir que "A" formó parte de un grupo cuyas reglas de inicio incluían la prohibición de confrontar. Cuando el proceso colectivo del grupo requirió mas tarde un cambio de esta norma, "A" no pudo aceptarlo, debido a su historia personal y operó en el sentido de reforzar la regla de no confrontación a toda costa.
Sin embargo, los involucrados en el conflicto seguramente tenían una historia personal diferente a "A" (que en el lugar de ellos seguramente hubiera optado por callar y aguantar), por lo que siguieron expresando su malestar sin transgredir formalmente las reglas de "A".
La tensión aumentó y "A" buscó ayuda, a partir de lo cual se permitió enfrentar la situación temida de explicitar los desacuerdos. Esto se hizo y "A" aprendió una nueva forma de tratar los conflictos: el diálogo y la negociación.
Probablemente "A" siga siendo sensible a los conflictos, pero ahora dispone de nuevas opciones de solución.
Por su parte el grupo ha realizado una transformación evolutiva de sus reglas de interacción, esto es del conjunto de significados y prácticas sociales que lo organizan.
Con las nuevas reglas "A" ha encontrado nuevos roles y sus temores se han atenuado. Los conflictos aún se encuentran bajo control pero ya no mediante el recurso de la negación, sino mediante otros procedimientos mas eficaces.
A partir de estas consideraciones debemos preguntarnos entonces: ¿cómo operar en grupos técnicamente desde esta perspectiva de la subjetividad?, ¿cómo saber si verdaderamente es-tamos siendo útiles al proceso grupal o sólo estamos defendiendo posiciones personales adquiridas en nuestra historia individual?, ¿cómo, en fin, encontrar un modo profesional de trabajar con grupos?.
Proponemos, a la manera de corolarios de lo expuesto, dos patrones generales de acción para el trabajo con grupos. Estas ideas tienen por finalidad, no neutralizar la subjetividad del ope-rador, sino instrumentarla al servicio del proceso grupal, por lo que constituyen la estrategia general de trabajo con grupos desde una perspectiva constructivista sistémica.
1) Preguntarse en todo momento: a) ¿Qué tiene que ver esto que yo veo-pienso-siento-creo con el proceso del grupo, con la historia colectiva que estamos viviendo acá y ahora?, b)¿Qué tiene que ver conmigo, con mi historia familiar, infantil, personal? y, finalmente, c)¿cómo me afecta esta particular intersección de la historia grupal con mi historia personal en el trabajo con el grupo?.
Si logro hacerme estas preguntas podré descentrarme de mi propias resonancias para verlas en perspectiva en sus relaciones con proceso grupal. Será un ejercicio de disociación o descentramiento que protegerá al grupo del personalismo del operador y de las escenificaciones de mis conflictos personales en el marco de mi trabajo con el grupo.
Está claro que este ejercicio adquiere una mucho mayor eficacia si no se trabaja sólo, si se forma parte de un equipo de trabajo participativo en el cual estas reflexiones puedan tener lugar de manera abierta y cooperativa.
Pero este sólo recurso no basta, porque en todo caso estaría desplegando una subjetividad de segundo orden, una reflexión subjetiva sobre mi subjetividad. Por este motivo debemos instrumentar las respuestas que nos demos a partir del siguiente modo de intervención:
2) Intervenir estratégicamente para generar procesos colectivos participativos donde los comentarios del operador actúen como perturbaciones disparadoras de nuevos comentarios. Si lo logramos daremos lugar a situaciones abiertas donde el grupo estará protegido de nuestra propia manipulación.
Debemos intervenir con la convicción de que nuestra participación en el grupo no tiene un va-lor epistemológico sino sólo un valor metafórico: la construcción de nuevas analogías instrumentales que construyen, deconstruyen y vuelven a construír procesos, en tanto son reelabo-radas en una conversación colectiva, abierta y cooperativa.
Para lograr este estilo de participación grupal debemos encontrar una síntesis permanente entre una posición de transparencia que nos expone sin reticencias y una actitud estratégica que nos permite operar con direccionalidad. Cuando hablamos de estrategia nos referimos a una estrategia comunicacional, una intencionalidad retórica que busque el modo de que nuestros comentarios en grupos puedan ser perturbaciones útiles, puedan ser procesados por el conjunto ya sea para amplificarlos, cuanto para descartarlos o transformarlos.
Esta síntesis entre transparencia y estrategia comunicacional nos protege tanto de la actitud personalista y manipulativa cuanto de una posición ingenua que nos deje fuera del rol de ope-rador grupal.
Trabajar en grupos desde esta posición es extremadamente difícil, es como bailar una danza donde a veces podemos iniciar un cambio de paso que será seguido o no por el resto de los bailarines. Este cambio de paso podrá dar lugar a monotonías rítmicas o a variaciones barrocas pero en todo caso será el resultado de un proceso colectivo en el cual el operador abre el camino a una construcción conjunta, sin ceder la responsabilidad de su rol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario