MOTIVACIÓN DE LA CONDUCTA
Material extraído de la obra “Psicología de la Conducta ”, de José Bleger, Paidós
SERIES COMPLEMENTARIAS:
C
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onstituye la teoría de la
causalidad introducida por Freud y que, en buena medida, coincide con ciertos
aspectos fundamentales de la causalidad recíproca. Con ellas estudió Freud principalmente los
fenómenos comprendidos en la psicopatología, pero se aplican también a toda la
psicología.
En las series complementarias hay tres series de causas que no
actúan independientemente; en realidad, lo que actúa es la resultante de su
interacción.
Una primera serie
complementaria está dada por los factores hereditarios y congénitos. En factores hereditarios se incluyen todos
aquellos transmitidos por herencia, es decir, por los genes; en los factores
congénitos se incluyen todos
aquellos que provienen del curso de la vida intrauterina.
FACTORES CONGENITOS 2. EXPERIENCIAS
Y HEREDITARIOS
INFANTILES
3. DISPOSICIÓN
4. FACTORES ACTUALES 5.
EFECTOS
O DESENCADENANTES
Una segunda serie complementaria está constituida por las
experiencias infantiles, que adquieren una importancia fundamental porque
ocurren en una época de formación de la personalidad y, por lo tanto, son más
decisivas.
Una tercera serie complementaria está constituida por los
factores desencadenantes o actuales.
Estos últimos actúan sobre el resultado de la interacción entre la
primera y segunda serie complementaria, es decir, sobre la disposición.
La primera serie complementaria da, corno resultado, lo que se
denomina el componente constitucional.
Tanto ésta como la segunda serie complementaria se pueden incluir dentro
de lo que Lewin ha llamado la causalidad histórica, mientras que la disposición
y los factores desencadenantes constituyen la causalidad sistemática, porque
hay que tener en cuenta que la disposición es también un factor actual,
integrante del campo presente, al igual que los factores
desencadenantes.
Los efectos pueden reactuar, solamente, sobre estas dos últimas
series complementarias, es decir, modificando la disposición y/o los factores
desencadenantes; no pueden modificar el pasado (la herencia y las experiencias
infantiles), pero sí la gravitación de los mismos.
Existe también una interacción entre los factores
desencadenantes y la disposición, en el sentido de que esta última acentúa,
promueve o estructura la actuación de determinadas causas desencadenantes, y
estas últimas pueden, a su vez, modificar la disposición. Por supuesto que todas estas interacciones
así como existen pueden dejar de existir y entrar en un círculo vicioso,
estereotipado (paralización del aprendizaje), y también se pueden distorsionar,
perturbar o influir positivamente.
Las tres series complementarias están siempre presentes
en toda conducta (normal o patológica), pero puede existir un predominio
(siempre relativo y nunca absoluto) de cada una de las series, en los casos en
que la intervención de alguna de ellas sea preponderante; cuando tal es el caso
para la primera y segunda serie complementaria (constitución y disposición), se
caracteriza como un predominio de factores endógenos, mientras que cuando lo
importante es el factor desencadenante, se caracteriza como un predominio de
los factores exógenos. Entre ambos no
hay contradicción o exclusión;
siempre están presentes ambos, aunque, como acabamos de ver, puede ocurrir un
predominio de alguno de ellos.
Constitucional
Predominio de las Series
ENDOGENO
Complementarias Disposicional
Actual EXÓGENO
Estas denominaciones, según el predominio de alguna de las series complementarias, se utilizan
para calificar tanto las causas como las conductas mismas (normales o
anormales: síntomas y enfermedad). Exógeno y endógeno califican solamente
predominios relativos, pero no son excluyentes; lo exógeno sólo puede actuar a
través de lo endógeno, y a su vez este último condiciona o modifica al primero.
Además, lo endógeno ha sido a su vez, en algún momento del desarrollo, también
exógeno.
CONDUCTAS
DEFENSIVAS:
a
LA DEFENSA : El término defensa es empleado por primera
vez por Freud en 1894 en su estudio sobre las “Neuropsicosis de defensa”, en el
cual describe los síntomas como formaciones defensivas frente a ideas y afectos
insoportables y dolorosos. Más tarde,
sustituye el término por el de represión, pero en 1926 lo retorna y define la
represión como una forma de defensa.
Los peligros contra los cuales tenían que operar las
defensas podían provenir -según A. Freud- de tres fuentes: de los instintos, de
la conciencia moral (superyó) o de la realidad exterior. Todas las conductas
defensivas son conductas que operan sobre la disociación (divalencia) y tienden
a fijar o estabilizar una distancia óptima entre objeto bueno y malo. Fueron estudiadas por Freud y la escuela
psicoanalítica con la denominación de mecanismos de defensa, pero son en
realidad conductas y deben ser estudiadas como tales. Si se optara por mantener la denominación
original de mecanismos de defensa, de ninguna manera se debe suponer que estos
supuestos mecanismos originan la conducta respectiva, sino que, a la inversa,
lo concreto son las conductas, y los mecanismos derivan de un proceso de
generalización y abstracción de las primeras, pero de ninguna manera tienen que
ser convertidos en entelequias.
Las conductas
defensivas son las técnicas con las que opera la personalidad total, para
mantener un equilibrio homeostático, eliminando una fuente de inseguridad,
peligro, tensión o ansiedad. Son
técnicas que logran un ajuste o una adaptación del organismo, pero que no
resuelven el conflicto, y por ello la adaptación recibe el nombre de
disociativa.
En todo momento en que fracasan las conductas
defensivas y -por consiguiente- la disociación de la conducta, aparece la
ansiedad como un índice de restitución, o peligro de restitución, de la
ambivalencia (conflicto). La pérdida de las defensas habituales, en forma
total, conduce a una desintegración psicótica, pero en condiciones más comunes
no alcanza tal intensidad ni totalidad, y la ansiedad que aparece promueve la
formación de nuevas conductas defensivas.
Esta alternancia de las conductas defensivas puede ser un proceso
estereotipado o bien constituir un verdadero proceso de aprendizaje.
Las conductas defensivas no existen solamente en los
procesos patológicos, sino que intervienen normalmente en el ajuste y
desarrollo de la personalidad; lo que caracteriza lo normal o lo patológico no
son conductas defensivas típicas en su calidad, sino una variación en su quantum o grado de aparición, lo cual a su vez condiciona o produce cambios
cualitativos; la rigidez o plasticidad en la dinámica o alternancia de las
conductas defensivas es otro de los caracteres que diferencia lo normal de lo
patológico.
Toda conducta defensiva conduce a una restricción
del yo o a una limitación funcional de la personalidad, porque siempre opera
contra una parte del mismo yo, ligada a un objeto perturbador; esta restricción
puede ser muy amplia o de tal magnitud que la capacidad del yo se reduce a un
mínimo.
La defensa no es un sobreagregado, sino que es la
conducta misma, en sus múltiples alternativas frente a los conflictos; éstos
tampoco son nada ajeno a la conducta misma.
El propio Freud, que comenzó sus investigaciones con un esquema
energetista de los conflictos, en el año 1938 admite la escisión del yo frente
a los conflictos, con la aparición de dos conductas o reacciones opuestas, “ambas
válidas y efectivas”; “el rechazo siempre se complementa con una aceptación;
siempre se establecen dos posiciones antagónicas y mutuamente independientes
que dan por resultado una escisión del yo.
El desenlace depende, una vez más, de cuál de ambas posiciones logre
alcanzar la mayor intensidad”.
a PROYECCIÓN: Es un término primitivamente utilizado por Condillac
y por Helmholtz para describir una teoría, según la cual las sensaciones son
primero percibidas como experiencia psicológica y sólo posteriormente, por una
localización en el espacio, fuera del yo, adquieren realidad independiente de
la psicológica, es decir, que la sensación se percibe primero como experiencia
interna y sólo posteriormente es ligada a objetos exteriores.
En psicología, en la actualidad, se denomina
proyección al hecho de atribuir a objetos externos características, intenciones
o motivaciones, que el sujeto desconoce en sí mismo. La proyección puede
realizarse tanto sobre objetos inanimados como sobre seres animados.
Lo que se proyecta y se experimenta, por lo tanto,
es uno de los términos de la divalencia (disociación de la ambivalencia) y, por
lo tanto, una estructura que incluye un objeto parcial y parte del yo ligado a
ese objeto. La proyección se realiza ubicando el objeto parcial en el área tres
(mundo externo), sobre un objeto real del mundo exterior, y reteniendo el otro
objeto parcial en el área uno (mente) o en la dos (cuerpo). Se puede proyectar tanto el objeto bueno como
el malo. En ciertos casos puede ocurrir una proyección de objeto total.
Forma parte tanto de la conducta normal como de la
anormal, y juega un papel muy importante en la psicología de la
personalidad. Interviene normalmente en
el curso del desarrollo, en el cual, por ejemplo, las frustraciones, vividas
con agresión contra el objeto frustrante, son proyectadas sobre otro objeto, y
entonces se percibe a este último objeto como agresivo, lo que permite mantener
el vínculo sin conflictos con la persona que se necesite para la satisfacción
de necesidades. Interviene en todo
proceso de percepción y es la experiencia reiterada con la realidad la que
permite la rectificación de lo proyectado y, por lo tanto, una percepción
correcta. Si esta proyección no es rectificada por la realidad y dista de la
misma en forma apreciable, se producen la alucinación y la ilusión; la primera
es más masiva, en el sentido de que toma menos en cuenta las características
reales del mundo exterior, y es de más difícil rectificación que la segunda.
Si se proyecta predominantemente el objeto malo, el
sujeto se siente bueno por retener el objeto bueno como propio, mientras que el
o los objetos del mundo exterior son percibidos como malos o peligrosos. Este caso es el que denominamos la conducta
de estructura paranoide.
Si se proyecta lo bueno, el sujeto se siente malo y
pasa a una relación de dependencia del objeto externo, dependiendo de su
protección y de sus juicios sobre él. Si
la proyección es demasiado intensa, el sujeto se siente pobre y vacío.
La proyección puede dar como resultado una
identificación que en este caso se denomina identificación proyectiva, en la
cual el sujeto experimenta como propias, conductas de un objeto externo y vive
dichas experiencias a través del otro.
En casos extremos y patológicos (esquizofrenia), el sujeto siente que lo
tocamos a él si tocamos un objeto con el cual él está identificado
proyectivamente. Es también
identificación proyectiva el caso de los que siempre ayudan a otros, para vivir
a través de los otros y no de sí mismos.
Pichon-Rivière ha introducido, en este sentido, una
terminología que permite comprender mejor los procesos de proyección en las
diferentes situaciones normales y patológicas; denomina depositario al objeto
externo sobre el cual se efectúa la proyección, depositante al sujeto que la
realiza y depositado a lo que es proyectado.
La discriminación entre depositado y depositario permite la
rectificación de lo proyectado, y por lo tanto, el mejor conocimiento de la
realidad, mientras que la superposición total e identificación entre ambos es
el proceso característico de las psicosis. Otro proceso que tiene lugar en la
relación interpersonal, es el hecho de que el depositario puede asumir el papel
de lo depositado y a su vez entrecruza proyecciones con el depositante, y este
proceso, en un grado máximo o intenso, es característico de las psicopatías.
El desarrollo normal y la integración de la
personalidad con la integración del sentido de la realidad, depende de un
progresivo clivaje entre lo proyectado y el depositario. En el curso del desarrollo es la defensa más
temprana o más precoz, que aparece aún antes que la represión.
Todos los fenómenos animistas se basan sobre la
proyección, al igual que el enamoramiento, la alienación, y gran cantidad de
otros fenómenos. La proyección interviene también en el proceso de los
conocimientos y en el de la orientación con un mayor sentido de realidad. La diferencia entre animismo y conocimiento
no estaría solamente en un quantum de
proyección sino, además, en
una distancia óptima con el objeto, y en la interacción entre proyección e
introyección.
a INTROYECCIÓN: Es la incorporación o asimilación, por parte de un sujeto, de
características o cualidades que provienen de un objeto externo, del mundo exterior.
Con esta acepción fue introducida y estudiada por Freud, anteriormente, para
Avenarius, designaba el proceso por el cual
se atribuye la existencia de objetos exteriores a una objetivación de estados
internos, proceso que dicho autor suponía era la dificultad esencial que había
que superar en la indagación filosófica.
Cumple un papel muy fundamental en el desarrollo
normal, en la formación de la personalidad, tanto como en otros procesos
normales y patológicos. La introyección
puede ser parcial o total, en cuanto se incorpora una parte del objeto externo,
o su totalidad. Normalmente se alterna,
sucesiva y reiteradamente, con la proyección, permitiendo un mejor sentido de
la realidad con la rectificación de la proyección, pero puede alterarse el
proceso total de la proyección-introyección, como ocurre en la introversión y en el autismo.
Fue especialmente estudiada por Abraham y Freud en
los estados de duelo, en los que, por la pérdida de un objeto querido el sujeto
incorpora propiedades del mismo y pasa a tener algunas de sus
características. La introyección puede
ser de un objeto parcial (bueno o malo) tanto como de un objeto total
(ambivalente).
Si el objeto introyectado invade demasiado la personalidad
del sujeto, este último pasa a conducirse, parcial o totalmente, con los rasgos
del objeto introyectado. Esto recibe el
nombre de identificación introyectiva. Es el caso de un ejemplo muy sencillo,
de Freud, de un niño que pierde su gatito querido y entonces comienza a caminar
como si tuviera cuatro patas, ayudado con las manos, y a maullar como si él
mismo fuese el gato. O, en otro ejemplo, cuando el niño habla y camina igual
que su padre. Como se ve, la identificación introyectiva incluye también todo
lo que se ha estudiado con el nombre de imitación, que tanta importancia asume
en psicología social. La identificación
introyectiva interviene también en otros fenómenos mucho más masivos de cambio
de personalidad: la metamorfosis.
a REGRESIÓN: Se llama así a la reactivación y actualización de conductas, o de un
nivel total de comportamiento, que corresponden a un período anterior ya
superado por el sujeto. La regresión
tiene lugar siempre que aparece un conflicto actual que el sujeto no puede resolver,
y entonces reactiva y actualiza conductas que han sido adecuadas en otro
momento de su vida, pero que corresponden a un nivel anterior, infantil.
La regresión nunca es un revivir total de conductas
anteriores, sino que siempre son conductas nuevas y distintas, pero que se
hacen dentro de un molde o estilo que pertenece al pasado. La regresión ocurre
tanto en condiciones normales como en estados patológicos. El primer caso se
produce, por ejemplo, en el dormir y el soñar, mientras que todos los estados
patológicos son regresiones y la regresión se hace a puntos disposicionales del
desarrollo, denominados puntos de fijación.
Freud y Abraham sistematizaron los distintos momentos o niveles del
desarrollo de la personalidad y los relacionaron con las distintas afecciones
mentales, según el grado de regresión.
La regresión puede ser total o parcial, reversible o
no; puede implicar todas las áreas de la conducta o solamente algunas de ellas,
o partes las mismas.
a DESPLAZAMIENTO: En el desplazamiento, las características de un objeto o la proyección
efectuada sobre él se propagan o difunden a otros objetos o partes de la
realidad externa, asociados de alguna manera al primero.
Fue descripto como la conducta más típica o
específica de las fobias, en las cuales la evitación de un objeto es
transferida a otro, con la ventaja de que se puede mantener la relación con el
objeto primitivo. Uno de los primeros casos estudiados fue el que se conoce
como “el caso Juanito” en él, el padre de Juanito se convirtió en un objeto
ambivalente: querido y temido al mismo tiempo.
El temor fue desplazado del padre a los caballos y ello permitió que la
relación afectiva continuara con su padre, convertido así en objeto parcial.
En realidad, en el desplazamiento interviene de todos
modos, siempre, el proceso de proyección-introyección: el padre es introyectado
como objeto ambivalente y, después de su disociación, se proyecta la divalencia
(los objetos parciales) sobre depositarios diferentes. En el desplazamiento
ocurre una progresión o “contaminación” de los objetos, que se hacen así
peligrosos o temidos; del caballo se puede desplazar el miedo a la calle, a los
carros, a las personas que los manejan, etcétera.
a REPRESIÓN: A partir de
la disociación, uno de los objetos parciales y las manifestaciones de conducta
con él ligadas quedan excluidos de la conducta actualmente desarrollada. Si esto ocurre en el área de la mente,
llamamos represión a este proceso que lleva necesariamente a una limitación de
la capacidad funcional del yo y de la personalidad total.
Pero esta exclusión puede realizarse sobre objetos
proyectados y sobre los depositarios de dichos objetos, en cuyo caso hay una
negación de la realidad externa, es decir, parte de esta última queda
totalmente afuera o excluida, como si realmente no existiese.
La represión o negación puede ser también de una
parte del cuerpo, aquella con la que se halla ligado el objeto disociado,
divalente, proceso muy relacionado con las alteraciones y la dinámica del
esquema corporal. Una parte del cuerpo frecuentemente muy reprimida o negada
es, en nuestra cultura, la parte de los órganos genitales, a los cuales el
sujeto excluye como si no existieran, ya sobre sí mismo, sobre todos o sobre
algunas personas, especialmente los padres, en quienes la admisión de la
sexualidad crea un conflicto en el sujeto que necesita mantenerlos idealizados.
a CONVERSIÓN: Uno de los términos del conflicto (objeto parcial) se fija, como
conducta, en el área del cuerpo, en forma de un síntoma o una manifestación orgánica. Fue descubierta y estudiada como situación
típica de la histeria.
a AISLAMIENTO: En el aislamiento, además de la disociación o fraccionamiento del
objeto ambivalente en objetos parciales, ocurre un distanciamiento de la
conducta ligada a uno de los objetos parciales, como forma de impedir la
reaparición o confluencia del objeto parcial reprimido o negado.
El aislamiento tiende a lo inverso del
desplazamiento, porque es justamente lo que se trata de evitar: el
desplazamiento de características malas o indeseables del objeto malo hacia el
objeto bueno. En el desplazamiento actúa
la contaminación, mientras que aquí se trata de evitarla; en el desplazamiento
se contaminan nuevos depositarios con el objeto malo, mientras que aquí se trata de evitar la
contaminación del objeto bueno y su depositario respectivo.
a INHIBICIÓN: Se trata de una impotencia o déficit (total o parcial) de una función
o un tipo de conducta, tanto en área uno, como en la dos o tres. La conducta o
función inhibida es la parte ligada al objeto parcial que es negado o reprimido
y aislado, de tal manera que se inmoviliza uno de los términos del conflicto y,
por lo tanto, se evita la ambivalencia.
Se diferencia de la conversión o somatización en que
en la inhibición no hay síntomas, es
decir, conductas distintas a las normales; en ella el síntoma es justamente sólo la ausencia de la función
normal. Anna Freud diferencia entre
inhibición y restricción del yo, diciendo que la inhibición se orienta contra
los propios procesos internos, mientras que la restricción del yo opera contra los estímulos del mundo
externo. Esta diferencia no es válida, porque toda defensa implica una restricción del yo y -además- las
inhibiciones pueden operar, tanto en área uno, como en la dos y tres.
a RACIONALIZACIÓN: Es una forma de negación en la que, para evitar el conflicto o la
frustración se dan razones o argumentos que los encubren. La racionalización es
una utilización del razonamiento para encubrir o negar realidades, mientras que
en el razonar no ocurre esto. El ejemplo más sencillo es el de la zorra que no
puede alcanzar las uvas y entonces se tranquiliza pensando (racionalizando) que
las uvas están verdes; niega que las uvas están maduras, que ella las desea y
que no las alcanza.
a FORMACIÓN REACTIVA: Se reprime toda la conducta ligada al objeto malo, pero no en forma
estabilizada o fija, de tal manera que permanentemente existe el peligro de una
reactivación del conflicto ambivalente.
En este caso, la conducta manifestada, ligada al objeto bueno, se
extrema y se hace más intensa o más perseverante. Es el caso del sujeto que
tiene que luchar con tendencias amorales o perversas, y no sólo manifiesta la
conducta ligada al objeto bueno, sino que ésta es más intensa, de tal manera
que se conduce como hipermoral.
a SUBLIMACIÓN: En la formulación primitiva de Freud, en la que operaba con la teoría
de los instintos, el concepto de sublimación fue presentado como las conductas
que, socialmente aceptadas y útiles, canalizaban o descargaban, sin embargo,
tendencias que eran culturalmente rechazadas en su forma original. Toda la actividad y la producción científica,
intelectual, artística, cultural en general, incluidas las religiones, eran
consecuencia de la sublimación.
En la
teoría de las relaciones objetales, que es la que aceptamos, utilizamos y
desarrollamos aquí, la sublimación permite una integración y resolución de la
ambivalencia y, por lo tanto, del conflicto, haciendo que en esa integración se
canalicen armónicamente y de manera socialmente productiva tanto el objeto
bueno como el malo, y las partes respectivas del yo a ellos ligadas.
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