domingo, 7 de junio de 2015

DEFINICIÓN DE GÉNERO
Con origen en el latín genus / generis, la noción de género tiene una multiplicidad de usos y aplicaciones según el ámbito en el que sea utilizada dicha palabra. A continuación presentamos algunas de las definiciones que tiene.
En el ámbito del comercio, género puede ser sinónimo de mercancía (el producto que se ofrece en venta), tejido o tela. Se dice por ejemplo: “No tenemos más géneros que ofrecer”, “Trabajamos con géneros de seda y lino en la confección de nuestras camisas” o “El diseño es bonito, pero la calidad del género deja mucho que desear”.
En el plano científico, el género indica una de las formas de agrupación de los seres vivos, según aquellas características que pueden compartir varios de ellos entre sí. Para la biología, por ejemplo, el género es un taxón que permite agrupar a las especies. Así podemos decir que el perro es un animal que pertenece al género Canis, en el que también se pueden incluir a los lobos, los coyotes y otras especies. Mientras que en la sociología y otras ciencias sociales, el género está vinculado a la sexualidad y a los valores y conductas que se atribuyen de acuerdo al sexo.
En las artes, el género es una categoría o clasificación que se emplea para organizar las obras según sus características formales o sus contenidos.
Géneros literarios
En lo que respecta al mundo literario, el término género sirve para diferenciar entre obras de diferentes características. Es importante antes que nada, destacar que la definición de género literario está relacionada con las características retóricas y semióticas que hace que determinados textos sean ubicados en un mismo conjunto.
Pese a que ha pasado mucho tiempo, el discurso literario se halla dividido en los mismos tres claros géneros que definiera Aristóteles en la Grecia Clásica (lírico, narrativo y dramático). Cada uno de ellos denota tres formas estéticas en las que los seres humanos nos relacionamos con el mundo; y como con el paso del tiempo han surgido otras formas de expresión que no se encuentran tan ligadas a esta clasificación, es que se han creado los subgéneros, que permiten establecer una mayor claridad en las diferencias entre textos de carácter diverso.
La lírica es el género literario que más se acerca a las emociones, que permite expresar los sentimientos casi de forma directa. La poesía se encuentra dentro de este género y permite que el autor refleje sus sentimientos, se encuentra escrita en forma de verso y uno de sus elementos fundamentales es el ritmo.
Algunos de los subgéneros que se incluyen en la lírica son la égloga (representación de una imagen de tipo campestre, donde se toca el tema de la comunicación entre el hombre y la naturaleza), la elegía (poesías que tocan el tema de la muerte), oda (alabanzas en su mayoría amorosas, poesía cantada), la sátira (ridiculización de ciertos defectos de las personas, la sociedad o la religión, por ejemplo), entre otros.
El género narrativo incluye a aquellas obras donde se cuentan historias escritas en forma de prosa y que cuentan con una característica determinada, en cuanto a quien cuenta la historia y a cómo se desarrolla la misma.
En una obra narrativa pueden existir varios tipos de narrador. En tercera persona: puede ser omnisciente (tiene total conocimiento de los hechos y de los razonamientos de todos los personajes. No participa de la historia, simplemente la narra) u observador (va contando lo que ve, como si se tratara de una cámara que va captando el entorno y detallando lo que acontece en un espacio determinado). En primera persona: puede ser protagonista (en el caso de una autobiografía, ya sea real o ficticia) o secundario (ha presenciado el desarrollo de los acontecimientos, es un testigo de lo que se narra en la historia e interactúa con alguno o todos los personajes de la misma). En segunda persona el narrador habla utilizando la segunda persona del singular (se narra la historia a sí mismo o a algún otro yo de su personalidad).
Por otro lado, la estructura de un texto narrativo puede variar pero generalmente respeta los siguientes aspectos. Presentación o inicio (donde se plantea el comienzo de la historia, se describe a los personajes, etc), desarrollo o nudo (se presenta un conflicto claro que deberá ser resuelto) final o desenlace (solución del conflicto y cierre de la historia).
Algunos ejemplos de este tipo es el relato (narración breve que en algunos casos puede dejar una enseñanza), la novela (varias historias narradas a través de un hilo que puede mantenerlas unidas) y la narración épica (escrita en verso o prosa donde se narra una historia con personajes reales cuya historia puede o no ser real. Ejemplo: Poema de Mío Cid).
El tercer género, el dramático se caracteriza por ser una historia donde no existe un narrador, sino que ha sido escrita para ser representada delante de un público. Estas obras se encuentran principalmente escritas en forma apelativa y expresiva.Alguno de los subgéneros dentro del drama son la comedia (experiencias de la vida desde una visión cómica y con un final feliz) y la tragedia (conflictos sumamente complicados entre diferentes individuos, donde intenta cautivarse al espectador y provocar sentimientos de compasión, tristeza y comprensión).
Así como ocurre en la literatura, en el cine, las películas suelen dividirse en géneros como comedia, acción, drama o suspenso, lo que le permite a los espectadores saber cuáles serán las características o el estilo de las propuestas aún antes de verlas. Por poner un ejemplo, se espera que una cinta del género del terror busque impactar y atemorizar al público con imágenes tenebrosas que generen la producción de adrenalina y despierten ciertos instintos en los espectadores; cuando una película que se encuentra dentro de este género no consigue dichos fines, se dice que no está a la altura de las necesidades del género.
Patriarcado
Victoria Sau (1989: 237) ha definido el patriarcado como una toma de poder histórica por parte de los hombres sobre las mujeres cuyo agente ocasional fue de orden biológico, si bien elevado éste a la categoría política y económica. Dicha toma de poder “pasa forzosamente por el sometimiento de las mujeres a la maternidad, la represión de la sexualidad femenina, y la apropiación de la fuerza social de trabajo total del grupo dominado, del cual su primer pero no único producto son los hijos”.
Gerda Lerner (1989: 239) lo ha definido, en sentido amplio, como “la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre mujeres y niños(as) en la familia y la extensión del dominio masculino sobre las mujeres a la sociedad en general”.
Sylvia Walby (1986: 51) ha definido el patriarcado como “un sistema de estructuras sociales interrelacionadas a través de las cuales los hombres explotan a las mujeres”.
Celia Amorós lo define como un pacto entre varones interclasista, en el que se apropian del cuerpo de las mujeres, como propiedad privada. Sostiene textualmente: “Podría considerarse al patriarcado como una especie de pacto interclasista, metaestable, por el cual se constituye en patrimonio del genérico de los varones en cuanto se auto-instituyen como sujetos del contrato social ante las mujeres –que son en principio las “pactadas”. Esto dicho así es muy esquemático [...] Pero en principio el patriarcado sería ese pacto –interclasista- por el cual el poder se constituye como patrimonio del genérico de los varones. En ese pacto, por supuesto, los pactantes no están en igualdad de condiciones, pues hay distintas clases y esas diferencias de clases no son ¡ni mucho menos! Irrelevantes. Pero cabe recordar, como lo hace de forma muy pertinente Heidi Hartmann, que el salario familiar es un pacto patriarcal entre varones de clases sociales antagónicas a efectos del control social de la mujer” (Amorós, 1994: 27).
Hartman (1979) avanza hacia una definición de patriarcado con las siguientes consideraciones: “ es un conjunto de relaciones sociales que tiene una base material y en la cual hay relaciones jerárquicas entre los hombres y solidaridad entre ellos, lo que les permite dominar a las mujeres. La base material del patriarcado es el control de los hombres sobre las mujeres, en la esfera de la producción, negando el acceso a las mujeres a los recursos productivos económicamente necesarios y restringiendo su sexualidad”.
Relación patriarcado y capitalismo en el contexto del proceso de desarrollo capitalista y la industrialización en el Siglo XIX planteando las tensiones que se producen entre hombres y capitalistas acerca del empleo de la fuerza de trabajo de la mujer:
“Una forma en que este conflicto podría manifestarse” – va a decir Hartmann – es que “la mayoría de los hombres desearían que sus mujeres permanecieran en el hogar y los sirvieran personalmente (subordinación sexual = patriarcado) mientras que un menor número de hombres que son capitalistas, quisieran que la mayor parte de las mujeres (no las suyas) se incorporen al mercado laboral”.
Esto lleva a la relación de mutua legitimación/desligitimación entre el capital y el patriarcado (el lugar de la familia, la autonomía de las mujeres, la competencia en el mercado laboral). Lo cierto es que tanto el capital como el patriarcado son lo suficientemente “flexibles” como para ir adaptándose a los cambios que uno y otro sistema van sufriendo. La relación entre capitalismo y patriarcado hace que sea imposible hablar de un capitalismo puro o de un patriarcado puro, ya que los dos deben coexistir necesariamente. El ejemplo histórico que la autora va a desarrollar es el caso del llamado “salario familiar” durante el siglo XIX, por medio del cual el trabajador retenía los servicios de la esposa en el hogar, lo que resultaba en una provechosa alianza entre capitalismo y patriarcado; la mujer ganaba un salario mas bajo que el varón y perpetuaba así las ventajas materiales del hombre sobre la mujer, al tiempo que ésta seguía ocupándose de las tareas domésticas que beneficiaban directamente al hombre. El trabajo doméstico, por consiguiente, no sólo procura beneficios para el sistema capitalista, sino también a los hombres. Ello mostraría cómo el patriarcado se adapta al capitalismo. De allí la enorme “flexibilidad” entre ambos: el patriarcado, al establecer y legitimar una jerarquía entre los varones, refuerza el control capitalista, y los valores capitalistas configuran la definición de utilidad patriarcal. Por ellos ambos se favorecen de la alianza, lo que permite explicar la opresión de las mujeres en tanto trabajadoras y en tanto que mujeres.
En la base de la categoría patriarcado hay dos conceptos y dos instituciones muy importantes para la vida y la historia de las mujeres. Uno es el de heterosexaulidad obligatoria; el otro, el de contrato sexual. Dos conceptos estrechamente vinculados entre sí, dos instituciones necesarias para la continuidad misma del orden socio-simbólico patriarcal.
En cuanto al concepto de contrato sexual, dice Riveras Garretas (1994:74,75) “he dicho que los sistemas de parentesco en cuanto tales no tienen por qué ser causa de subordinación. Lo son cuando se fundan en el contrato sexual. El contrato sexual sería, según Carole Pateman, el pacto entre hombres –o entre algunos hombres- sobre el cuerpo de las mujeres. Un pacto desigual y, seguramente, no pacífico, porque no sería un acuerdo libre entre mujeres y hombres. Un pacto siempre implícito, que es esencial para entender el patriarcado, el género, la subordinación social y el desorden simbólico en que vivimos las mujeres en cualquier época histórica de predominio masculino. El contrato sexual es, pues, previo al contrato social en las formaciones patriarcales. Es, por tanto, previo a la aparición de las desigualdades en las relaciones de producción que determinan la pertenencia de clase de las personas; lo cual supone, para las mujeres, la incorporación a una clase social en condiciones marcadas siempre por la subordinación, una subordinación que ahora describimos con la obscura frase: “en razón de su sexo”. El contrato sexual comporta, para las mujeres, una pérdida muy importante de soberanía sobre sí y sobre el mundo. Una soberanía que se refiere a las funciones que su cuerpo tiene capacidad de desempeñar en la sociedad y también a las codificaciones simbólicas que definen lo que el sexo femenino es en la cultura de que se trate”.
Prosigue Riveras Garretas (1994:75,76) “íntimamente relacionadas con la institución del contrato sexual están la práctica y la institución de la heterosexualidad obligatoria. Se trata de una institución necesaria para la continuidad del patriarcado. Es una institución que afecta a hombres y a mujeres mediante el recurso a la definición y, por tanto, a la limitación de los contenidos de su sexualidad. La heterosexualidad normativa como eje de las relaciones de parentesco expresa la obligatoriedad de la convivencia entre hombres y mujeres en condiciones de la tasa de masculinidad / feminidad numéricamente equilibrada. La práctica y la institución “heterosexualidad obligatoria” expresan asimismo la imposición sobre las mujeres del modelo de sexualidad reproductiva como único modelo que ella deben conocer y practicar: que ellas deben, pues, hacer propio. Este modelo comporta la definición del cuerpo femenino –nunca del cuerpo masculino- como un cuerpo violable, un cuerpo idealmente siempre accesible para los hombres.
Género: diversas conceptualizaciones
La categoría género es una herramienta cuyos antecedentes se encuentran en Simone de Beauvoir quien, en El Segundo Sexo plantea que las características humanas consideradas “femeninas” son adquiridas por las mujeres mediante un complejo proceso individual y social, en vez de derivarse “naturalmente” de su sexo. Así, la afirmación realizada en 1949: “Una no nace mujer, sino que se hace mujer”, es entendida por muchas feministas como la primera declaración célebre sobre el género.
Alrededor de la década del 70, las feministas académicas anglosajonas comenzaron a sistematizar la intuición intelectual de De Beauvoir acuñando el término “género” para referirse a la construcción cultural y social de los comportamientos, actitudes y sentimientos de hombres y mujeres. El término se volvió moneda corriente entre las y los anglosajones, no así en países europeos. Este predominio anglosajón se explica por el hecho de que la acepción generalizada en inglés del término –gender- es unívoca: implica una clasificación relativa al sexo. En cambio en las lenguas romances posee múltiples acepciones.
El concepto género pretendía ponerle fin a las explicaciones derivadas de las determinaciones biológicas y poner el eje en la construcción cultural de la diferencia entre los sexos. Por ello, la teoría feminista va a llevar a cabo una primera distinción entre sexo y género, dicotomía que remitía a la ya desarrollada entre naturaleza y cultura. Género se transformó, entonces, en un instrumento fundamental de la teoría y la práctica feminista, dado que ponía en discusión las teorías esencialistas. Se entiende por sexo las diferencias anatómicas y fisiológicas, en tanto género se reservó para la elaboración cultural acerca de lo femenino y lo masculino.
Gayle Rubin escribió su célebre texto “Tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo” (1975).Este importante artículo parte de plantear que la condición de macho o hembra comporta muchas necesidades en común: comer, dormir, y defecar, la vulnerabilidad del sujeto al nacer dado que nace con “incompletud” y que se reedita en la ancianidad llegando a la conclusión que la “diferencia” no surge de una oposición dado que no existe en la condición de la naturaleza.

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